Para leer la primera parte de la Semblanza de Felisa Laguna González
Por M.ª Carmen Laguna González
La casa familiar de Felisa, la de Antonio y Juan Pedro, casualmente o no, se encuentra en la misma calle en la que estaba la de su abuela Mercedes. Desde su salón se puede ver la calle en la que residieron su bisabuelo Carlos y su abuelo, Francisco. Enfrente vivimos, toda la familia. Desde la terraza de nuestra casa, veíamos el tejado de la que, después, sería la suya. Éramos adolescentes buscando el cielo estrellado de Huéscar y descansando al fresco, tras un largo día de trabajo.
Más tarde, fue el hogar de José María y su familia. Desde esa casa, fue a Almería, con su prima Pilar, el único curso que no pudo dormir allí. Aunque volvía cada viernes.
Desde esa casa, iba y volvía de los demás institutos, hasta que obtuvo el destino definitivo, en el Alquivira. Felisa estuvo en el Alquivira, antes de que tuviese ese nombre, nombre de acequia, de vida, al que ella contribuyó.
En ese instituto celebró, año tras año, la Semana de la Ciencia -haciendo que cualquiera pudiese analizar su grupo sanguíneo; realizando exámenes anatómicos-. Colaborando, activamente, en la Feria del Libro -era capaz de conseguir que todo el alumnado y la mayoría del profesorado, adquiriese una o varias obras-. En el Alquivira, sufrió dos caídas que le provocaron dos fracturas de cadera – una, un curso, antes de Semana Santa, y la otra, dos cursos después, el día antes de las vacaciones de Navidad-.
Durante esta etapa de su vida, cuidó de sus padres. Cada tarde, Antonio jugaba a las cartas con su abuelo, mientras Feli recordaba viejas historias con Evangelina.
Al principio, hacían puzles, para fortalecer la memoria de su madre. Feli era la que podía establecer las pautas, quien determinaba si el desarrollo logrado era factible o no. Poco a poco, las enfermedades fueron agudizándose y hubo muchas personas que se encargaban de su bienestar. A todas les estamos, profundamente, agradecidos.
Quiero resaltar, en estas líneas, a Manolita, por la gran labor que hizo en casa de mis padres y porque, más tarde, estuvo con mi hermana. Durante el confinamiento, siguió yendo, a casa de Feli, con lluvia, viento o guardias civiles.Cuando no hubo nadie más en la calle, allí estuvo Manoli. Tiene todo nuestro cariño y reconocimiento.
En ese tiempo, mi hermana salía a pasear, una calle o dos, con Antonio, con infinita paciencia. A veces, veían pasar algún coche de vigilancia, aunque no les preguntaban nada. Los conocían. Fueron días y días, meses y meses. La vida entera se vio, de alguna forma, impregnada por la pandemia.
Tuvo que pasar mucho, hasta que fue posible volver a salir, a tomar una cerveza con Antonia, Mª Jesús, su niña y todos los yeseros. Al acabar, mi hermana ya no era la misma. Su cuerpo le fallaba, se enfrentaba a él y al no obtener la respuesta deseada, se frustraba, una y otra vez, implacablemente.
Para terminar, no puedo dejar de nombrar aquí, por lo mucho que le gustaban, los pendientes, los pintalabios y las flores. Los pendientes la han acompañado siempre. En sus bolsos, en su coche, en la entrada de su casa, en su dormitorio. Los compraba en viajes, en ferias, en el instituto, y después los regalaba, con ilusión. Antonio la ayudaba a encontrarlos, en muchas ocasiones.
¿Quién no la recuerda pintándose los labios antes de bajarse del coche o antes de salir? Siempre elegidos con esmero y clasificados según su gusto, los pintalabios forman parte de su memoria, igual que su sonrisa. También le encantaban las flores. Su casa solía tener casi siempre algún ramo. Nos regalaba flores, en numerosas ocasiones. Las frutas y verduras del huerto de Juan Pedro, recién cogidas, le gustaban, pero las flores, mucho más, muchísimo más.
Mi hermana regresó a Huéscar -de manera consciente o no- para volver a su casa, al lugar en el que habían vivido sus antepasados, su familia y ella misma. De alguna manera, ellos cuidaron de ella y, seguramente, la acompañaron aquella mañana del 19 de noviembre.
Así sea.
M.ª Carmen Laguna González
Para ver la primera parte de la Semblanza de Felisa Laguna González.
Me ha encantado ver el reportaje sobre Felisa,yo iba con ella a la misma clase en el colegio Princesa Sofía, era la que más destacaba porque lo que explicaban los maestros se le quedaba enseguida.
Muchas gracias, Tere, por tus palabras sobre nuestra hermana Felisa. Ella siempre recordaba a sus compañeras de clase en el colegio. Una buena amiga de sus amigos. Saludos.