El viaje de Simón de Rojas Clemente Rubio por el Altiplano de Granada en 1809.

 

Antonio Martín Marín. Miguel Martín Marín y Pedro García Martos.

Péndulo. Papeles de Bastitania, 24 (2023), pp. 141-178

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RESUMEN

Durante el reinado de Carlos IV y por encargo de Manuel Godoy, el naturalista valenciano Simón de Rojas Clemente Rubio realizó cinco viajes por Andalucía, entre 1804 y 1809, con objeto de escribir una Historia Natural del Reino de Granada. En el quinto de estos viajes visitó el altiplano de granadino. Sus apuntes, creyéndose perdidos tras casi dos siglos creyéndose perdidos, constituyen un testimonio minucioso y excepcional sobre nuestra historia. Finalmente, los diarios otorgan la importancia que merece en la historia que merece este científico heredero del espíritu de la ilustración, uno de los personajes más apasionantes de la literatura naturalista del siglo XIX: Clemente, el Moro Sabio.

Introducción.[1]

 Simón de Rojas (Roxas) Cosme Damián Clemente y Rubio, El Moro Sabio, (Titaguas, Valencia, 27.09.1777 – Madrid, 27.02.1827) fue botánico, agrónomo y orientalista

Su nombre de pila está tomado del santo del día de su bautismo, 20 de septiembre, que correspondía a san Simón de Rojas, religioso trinitario calzado nacido a mediados del siglo XVI. Sus padres fueron Joaquín Clemente Collado y Juliana Rubio Polo.

Destinado por decisión paterna a realizar estudios eclesiásticos, Simón de Rojas Clemente aprendió los fundamentos básicos de sintaxis, retórica y poética latina y castellana en Segorbe (Castellón). En 1791 comenzó el estudio de Filosofía en Valencia y obtuvo el grado de maestro en Artes. Posteriormente realizó estudios de teología, en los que alcanzó el grado de doctor, así como de música y lenguas griega, latina y hebrea. Se trasladó a Madrid a finales del siglo para presentarse a las oposiciones de lengua hebrea, lógica y ética del Seminario de Nobles. Fue nombrado sustituto de las tres cátedras en San Isidro y asistente en las de griego y árabe. En Madrid aprovechó para matricularse en 1800 y 1801 en los cursos de botánica, mineralogía y química que se impartían en las instituciones científicas de la corte. Inició entonces el estudio de las plantas criptógamas y fanerógamas, bajo la orientación de Antonio José Cavanilles, que acababa de ser nombrado director del Real Jardín Botánico. Al tiempo que comenzaba a herborizar por los alrededores de la capital, entró en contacto con otros alumnos de botánica, como Mariano La Gasca y Donato García Clemente inició su viaje por tierras de Granada, Málaga y Almería en la primavera de 1804 y lo prolongó hasta el otoño del año siguiente. Partió de Conil (Cádiz), recorriendo las costas gaditanas, malagueñas y granadinas, hasta llegar a Granada y de allí dirigirse a Sierra Nevada.

Posteriormente recorrió el interior de Granada y de Almería. Años más tarde, cuando volvió en el verano de 1809, completó el viaje saliendo de Cádiz y encaminándose hacia Málaga y Sevilla. Según palabras del propio Clemente, durante su itinerario abordó él estudio de la naturaleza de las costas andaluzas, midió la altura del pico del Mulhacén, investigó la distribución y geografía botánicas desde el nivel del mar hasta las cimas de Sierra Nevada, rectificó datos geográficos, examinó prácticas agrícolas, costumbres, lenguaje, etc. Resultado del viaje de 1804 y 1805, y del que realizó en 1809, fue su “Historia Natural del Reino de Granada”[1], ocho tomos manuscritos que se conservan en el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid.

 

Viaje al Reino de Granada

Notas: El siguiente texto es una reproducción de la transcripción realizada por Antonio Gil Albarracín (GBG Editora, 2002, pp.856-862) del original de Clemente escrito en 1809.

HISTORIA NATURAL DEL REINO DE GRANADA

El 27 de octubre de 1804, el Corregidor de Baza y la respectiva Junta Permanente de Sanidad otorgan el visto bueno al pasaporte presentado por Clemente, para que éste pueda moverse por el citado Partido sin ningún impedimento […]. En este primer periplo otoñal -octubre-diciembre de 1804- Clemente recorrerá Baza, Zújar, Castril…y vertiente norte de Filabres. Regresa a Granada en enero de 1805 y, unos meses después, al despuntar la primavera, de nuevo se lanza al camino, para recorrer la Alpujarra oriental hasta los Vélez. Mediado el mes de junio, el 16 concretamente, tras abandonar María y su sierra, se adentra en la comarca de Huéscar por su rincón nororiental; es decir, por la garganta que desemboca en Puebla de Don Fadrique.

16 de junio de 1805

 DE MARÍA A LA PUEBLA DE DON FADRIQUE

 … A las dos leguas largas encontramos en el mismo camino la Cortijada de Cañepla con su Ermita, a la que acuden a oír Misa de 30 cortijos, entre los de Cañepla, que son unos 20 y los vecinos. En Cañepla se vio a la pudinga caliza coronando el terreno.

A las dos leguas siguientes andadas estábamos en los Cortijos Nuevos, que tienen al lado un pozo salobre y traen, del mismo modo que los vecinos, el agua para beber de la Cortijada de Bugéjar o acequia de su Fuente, distante de ellos más de ½ legua casi a su Este. Los Cortijos Nuevos tienen también su Ermita.

            Siguen a la media legua corta los Cortijos de Toscana, al ¼ casi de éste el que llaman Casa Blanca y luego los Cortijos de Lóbrega, distantes de la Puebla una legua corta, sitos un poco antes de entrar en el Puerto o Garganta de Lóbrega, que es un paso pendiente por el que corre un arroyuelo entre dos cerros calizos, tales son otros cerros que se ven si se toma el otro camino a una legua larga de la Puebla que va por la derecha y la demás parte de Sierra vista hasta la Puebla de cerca y aún de lejos, según la vista.

YESO

La fanega de yeso cuesta 2 reales y 1/2 en la Puebla, cocido y sin moler a real y sólo cortado sin cocer a peseta la carretada. Por eso ha llegado a usarse como piedra de cantería.

VID

Tienen también sus viñas en la Puebla que dan un vino flojo suficiente para su consumo y que todo lo tiñen con la casta que llaman tinta, pues en este País no se conoce el nombre de vidueño.

La casta más común es el verdal, después el gordal y tras estas la albilla y Jaén blanco, todos blancos. Tienen también para comer la uva de Reina y Amí, que son encarnadas y Moscatel menudo morado. No tienen olivos y sí muy rara higuera.

TRIGO

En la Puebla se coge mucho trigo, pues hay quien tiene 11 pares de labor; solo en tierras fuertes y de riego siembran el rubión o el azul, en las demás la geja o candeal y también centeno. Aunque les alcanzó bien la carestía o mala cosecha del año pasado, no les ha faltado trigo propio y han tenido bastante que vender.

Unos dos tiros de bala antes de llegar a los Cortijos Nuevos a la derecha del camino y junto a él asoma apenas la cabeza de un cerrico de jade con este resquebrajado y un tiro de perdigones antes de él, en el lado opuesto, otro de arenisca con roca córnea suelta sobre él.

La Jurisdicción de la Puebla linda con la de Huéscar, que dista de la Puebla por Oeste una legua y 3 leguas por el Sur, con la de Orce, que dista 4 leguas, con la de María, que dista otras 4, con la de Vélez, que dista 3 por el Este, con la de Caravaca que dista por el Este otras tres, con la de Moratalla que dista 3 por el Norte, con la de Nerpio que dista por el Norte 2 y Nervio, y con la del Hornillo que dista 4 por el Norte.

Los cuatro últimos Pueblos pertenecen al Reino de Murcia.

Casa de los Romero Valdés. La Puebla de Don Fadrique

Nota sobre la casa de los Romero Valdés:

Esta casa la construye la familia de Andrés Romero Valdés: (Alcalá la Real, Jaén, 28 febrero 1764 – ¿?). Hijo del abogado y alcalde mayor de Gerona, Andrés Romero Valdés, y de María Francisca de Paracuello Montesinos. Usó los apellidos de su padre. Estudió leyes en el Colegio de San Isidro de Madrid y en Orihuela; bachiller en 1785; pasante en el despacho de su tío Ignacio Romero Valdés, abogado residente en Madrid. Tras recibirse de abogado, en 1780, fue decano de la Sala de alcaldes de Casa y Corte, Oidor de la Audiencia de Barcelona, y consejero de S. M. Afrancesado, a partir de 1808, fue fiscal de las Juntas Contenciosas, Vocal de la Comisión encargada de conocer los autos pendientes en el Consejo de Castilla, en 1809. Consejero de Estado de José I, en 1810; Comisario Regio en Granada, 1810-1811; Prefecto de Madrid, en 1812; Miembro de la Comisión de Cortes, 1812, aunque por sus ocupaciones, tuvo que renunciar a formar parte de la misma. Recibió la Orden Real de España, vulgarmente conocida como la berengena, el 4 de marzo de 1812. Cuando llegó la evacuación de Madrid por los franceses, el 12 de agosto de 1812, se quedó en la capital luciendo una condecoración patriótica, y aun se dice que se presentó a Carlos de España para que le tuviese presente por los servicios prestados. En enero de 1813, está a punto de llegar a Cádiz El Arquitecto de esta bella casa, podemos asegurar que se trataría del tallista y retablista natural de Játiva (Valencia) José Ortiz Fuentes.

Las aguas:


Ermita de las Santas

Los pinos:

Grupo Senderista junto al pino en la Sierra de Guillimona. Foto de Carlos Valcárcel

Anacarnina:

Anacarnina

ANACARNINA

El Cura de las Santas se llama Don Canuto Mario Fernández, que debe enviarme la anacarnina, planta que sólo se cría en Cañada Longuilla, tras de Mirabete, Jurisdicción de Huéscar, cuya raíz usan comida cruda y molida, tomando con agua sus polvos para curar calenturas.

A la Digitalis canariensis llaman crujía en la Puebla y ruda a la Psoralea, que usan contra calenturas.[1]

Es corriente que el comer del Spartium monospermum daña y llega a matar las bestias, asi se reconoce desde Titaguas y más allá hasta la Sagra y más acá. .[2]

[1] La Ruda es un género de subarbustos siempreverdes fuertemente aromatizados de 20-60 cm de altura. El aceite se aplica a la piel para aliviar el dolor de la artritis y para tratar heridas. Antiguamente los pastores se la daban a los animales que había tenío un aborto para que les ayudara a echar la placenta.

[2] Simón de Rojas Clemente no hizo ninguna otra mención de esta planta en sus diarios. Sin embargo, en un manuscrito de este autor conservado en el Real Jardín Botánico de Madrid (I, 14,4), que bajo el título “Nombres andaluces de plantas” recoge los nombres vernáculos que recopiló durante sus viajes por Andalucía, aparecen las entradas “anacarnina” y “carnina”, acompañadas del topónimo “La Sagra” y del nombre latino “Onopordum acanthium”.

Laguna (1566) la nombra como camaleón blanco, y de la cual aparece una ilustración en su edición del Dioscórides, es la carlina, de cuyo uso incluye la siguiente experiencia personal: “Bebida una drama della con vino es admirable remedio contra la pestilencia: lo qual yo seguramente puedo testificar: porque hallandome el año de 1542 en Lorrena, adonde morían como chinches por la gran corrupcion del aire, con el uso de la dicha rayz molida y bebida con vino, me preservé a mí y a toda mi familia”.

En Álava (López de Guereñu, 1975), la raíz de Carlina acaulis cortada en rodajas y puesta a secar se ha utilizado como estimulante de la función digestiva, como purificante de la sangre y activadora del sudor. La raíz se ha descrito como diurética, sudorífica, vermífuga, febrífuga y cicatrizante, entre otras propiedades (Rameau & al., 1989).

 

 


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El viaje de Simón de Rojas por el Altiplano granadino.

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