Un artículo de Mercedes Laguna -renovado y explicado en 2024- sobre dos titulados universitarios de Huéscar del siglo XVII, publicado en 2020 en el Boletín del Centro de Estudios Pedro Suárez.

«Espacio y tiempo habitables a la luz de Ricoeur. El humanismo de los titulados universitarios de Huéscar en el siglo XVII».

Mercedes Laguna González

Boletín del Centro de Estudios Pedro Suárez: Estudios sobre las comarcas de Guadix, Baza y Huéscar, ISSN 1887-1747, Nº. 33, 2020, págs. 237-254

Presentación

Nos aproximaremos a la historia, observando un espacio y un tiempo concretos del pasado (Huéscar -y la Universidad de Granada- en el siglo XVII). Y lo haremos analizando y comentando las lecturas y las acciones de un doctor en teología y de un licenciado en derecho de la Universidad, en la primera mitad del siglo (Pedro de Olivares y Juan Gregorio de Olivares. Ser teólogo o jurista constituía la meta de los pocos estudiantes universitarios de las primeras décadas de la centuria del seiscientos, como lo había sido al final del siglo XVI. El método escolástico que se aplicaba en la enseñanza de la Teología, la Filosofía y las Leyes –recuperado mediante la renovación necesaria–, darían a los estudiantes (futuros profesionales) los conocimientos para saber vivir y ayudar a otros a enfrentarse a los problemas de la vida de su época concreta.

La lectura de las Actas del Claustro de la Universidad de Granada, de 1612 a 1629, así como el estudio de la biblioteca de Juan Gregorio de Olivares –abogado de Huéscar– (que llegó a desempeñar cargos importantes en la ciudad) permitirán interpretar la vida universitaria en esa época.

Además, comprobaremos cómo -durante el siglo XVII- el humanismo siguió siendo la convicción que guiaba a estos titulados universitarios de Huéscar en su quehacer profesional. La filosofía del ser humano capaz de Ricœur será el destino final –a través del tiempo– de este proyecto antropológico.

Palabras clave:

Huéscar | Siglo XVII | Bibliotecas | Patrimonio bibliográfico |  Universidades | Lectura, comprensión y argumentación .


El humanismo fue la corriente filosófica con ramificaciones literarias y artísticas que prevaleció durante el Renacimiento. En España, sobre todo, en el siglo XVI. Para el pensamiento humanista, el ser humano era el centro del universo, y todo se debía girar en torno a él.

Los hombres de letrases decir, los que habían estudiado: leído y comprendido, investigado y argumentado- eran los que deberían enseñar, aconsejar y, si era necesario, ocupar los puestos importantes.

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1. LIBROS, COMPRENSIÓN Y EXPRESIÓN EN EL SIGLO XVII. LOS HOMBRES DE LETRAS

Recorremos, de la mano del filósofo francés Paul Ricœur (1913-2005), el cami­no que va de la filosofía a la historia […]. Nos aproximaremos a la historia, observando un espacio y un tiempo concretos del pasado, y lo haremos analizando y comentando las lecturas y las acciones de un doctor en teología y de un licenciado en derecho de la Universidad de Grana­da, en la primera mitad del siglo XVII. Ser teólogo o jurista constituía la meta de los pocos estudiantes universitarios de las primeras décadas de la centuria, como lo había sido al final del siglo XVI. La filosofía tomista –recuperada mediante el aggiornamento necesario–, el derecho canónico y el civil, la teología y las leyes darían los conocimientos para saber vivir y ayudar a otros a enfrentarse a los problemas de la vida de su época concreta.

Comprobaremos cómo el humanismo –y el método escolástico renovadope­netró en las aulas universitarias de Granada y en las salas de estudio del co­legio universitario de San Miguel. La impronta humanista la encontraremos en los escritos de los que se acaban de graduar como licenciados en cánones y leyes. Esta impronta renovadora pervivirá en las actuaciones del abogado Juan Gregorio de Olivares, alcaide y regidor de la ciudad de Huéscar. Subrayaremos cómo la teología razonada y humanizada, que comentaba a los autores clásicos y disputaba con ellos –al estilo de santo Tomás de Aquino, que en su tiempo fue innovador– impregnó la práctica el oficio de los juristas, y, con ellos, los puestos de gobierno de los cabildos, en la vida  de los pueblos y ciudades. En una época “mal” conocida por los estragos llamativos y puntuales de la Inquisición, el claros­curo seiscientos supuso también, en casos importantes, la amplitud y el desarro­llo del humanismo renacentista.

El estudio de la biblioteca del licenciado Juan Gregorio de Olivares nos servirá para interpretar la historia, en concreto, la historia cultural de la Universidad de Granada durante la primera parte del siglo XVII. […]

Los aprendizajes, así como las competencias humanas y profesionales, ad­quiridos en la Universidad de Granada por parte de Pedro de Olivares, primero, y de su hermano, Juan Gregorio, después, serán extraídos –siguiendo el método de la hermenéutica [la interpretación de los textos] del filósofo Paul Ricœur– de los datos proporcionados por la biblioteca privada que Juan Gregorio de Olivares inventarió ante notario para su segunda boda, en 1657. Debemos la localización, el estudio y la publicación de este catálogo al historiador Julián Pablo Díaz López (2008).

Nuestra labor será dotar de cuerpo contextual, cultural, sociológico, religioso, lingüístico y literario los datos presentados por el profesor Díaz López. En la línea de la filosofía de la historia, la cultura y el derecho; como una puesta en práctica de las enseñanzas de Ricœur, especialmente en su libro La Memoria, la Historia y el Olvido.

El valor jurídico de la palabra dada, fundamentado en la capacidad humana de la promesa, una capacidad incardinada en el tiempo –entendido como cua­lidad temporal del ser humano–, vinculará el siglo XVII con el XXI, a través de la filosofía de Ricœur, en este caso concreto, con su último libro, Caminos del reconocimiento. Veremos cómo un texto manuscrito, compuesto hacia 1625 por un licenciado de la Universidad de Granada, muestra el resultado de la vida aca­démica –rica en investigación, observación, lecturas, comentarios y debates– de comienzos del siglo XVII en la Universidad granadina.

Los datos históricos de la familia de los Olivares de Huéscar –y de sus suceso­res, sobre todo, en Guadix– los ha proporcionado –casi en exclusiva por ahora– el historiador de la época moderna, experto en el reino de Granada, Rafael María Girón Pascual.

Como fuentes documentales relativas a la época histórica y a los lugares es­tudiados, utilizamos, además de los artículos de investigación que señalamos, por un lado, las actas del claustro de la Universidad de Granada –conservadas en el Archivo Histórico Universitario– y un documento manuscrito archivado en la sección del fondo antiguo de la Biblioteca General Universitaria de Granada. Por otra parte, las actas capitulares del cabildo de la ciudad de Huéscar de los años 1656 a 1669, que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de esta localidad granadina, cuna y lugar de residencia en su vida adulta de los hermanos Pedro y Juan Gregorio de Olivares.


El método de razonamiento propio de la filosofía escolástica (desarrollada en las nacientes universidades europeas, del siglo XII al siglo XV. Un método que utilizada la lectura de los libros y textos anteriores, buscando comprenderlos y comentarlos. Además, utilizaba el razonamiento formal propio de la Lógica. En este método, la lectura y su comprensión (LECTIO), la investigación y el cuestionamiento del saber recibidio -hacerse preguntas (QUAESTIO), además de la discusión -a través de la argumentación- (la DISPUTATIO) eran la estrategias fundamentales.

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Historia y hermenéutica

En su libro La Memoria, la Historia y el Olvido, Paul Ricœur sitúa las coordena­das de la fase documental del quehacer de la historia, subrayando que la noción de inscripción excede a la de escritura “en el sentido preciso de fijación de las expresiones orales del discurso en un soporte material” (Ricœur, 2002: 193).

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DESDE LOS LIBROS DE LA BIBLIOTECA OLIVARES A LA VIDA UNIVERSITARIA DE LA QUE PROCEDÍAN

Juan Gregorio de Olivares, licenciado en Derecho, de profesión abogado, era hermano del doctor en teología, Pedro de Olivares, presbítero en la iglesia de Santa María la Mayor (Huéscar) desde 16311. Pedro y Juan Gregorio eran hijos de Juan López de Olivares, “modesto mercader” de paños que, a finales del siglo XVI, fue haciéndose, a base de trabajo, inteligencia práctica y distintas habilida­des, un hueco entre la clase pudiente de Huéscar: “pusieron la primera piedra hacia el ascenso social”, según explica Rafael Girón Pascual en el artículo sobre la progresión de los Olivares a lo largo de cuatro generaciones (Girón, 2013: 283).

La biblioteca de Juan Gregorio de Olivares muestra la capacidad comunicativa y formativa de los libros en el siglo XVII, para nuestra mirada –fuera de contex­to– del XXI. Capacidad comunicativa por su poder de traspasar fronteras. Estos universitarios –como los del resto de las universidades europeas– habían estu­diado en sus años de preparación para el título de bachiller un latín riguroso y estructurado, difícil y oscuro al principio, pero capaz de dar luz a los escritos de otros hombres de letras que habían escrito y escribían –publicando ahora en las flamantes imprentas– los libros que hablaban y transmitían el conocimiento.

Estudiando los títulos de los libros de la biblioteca privada de Juan Gregorio de Olivares, anotados por el escribano que firmó el inventario en 1657, rescatados del olvido por el estudio pormenorizado y cuidado de Julián Pablo Díaz (2008), considero que se trata de la unión de dos bibliotecas: la del teólogo Pedro de Olivares, de la que se apropió el abogado Juan Gregorio de Olivares, quizá tras la muerte de su hermano. Aunque también pudo ser, perfectamente, una dona­ción en vida. Pensemos que desde 1635, aproximadamente, había en la casa de Juan Gregorio un niño que iba a seguir los pasos de su padre. Pedro de Olivares fue el primer contribuyente de la biblioteca familiar: los estudios de teología y de leyes que el mayor de los hermanos Olivares fue adquiriendo se quedaron en la “librería” de Juan Gregorio.

Es mi intención dejar hablar a los libros sobre las circunstancias de aquel pre­sente y de aquellos lugares: la Universidad de Granada y los colegios universita­rios, de 1619 a 1630; y la ciudad de Huéscar, de 1631 a 1672. Cuando los libros comiencen a hablar, por sí mismos y entre ellos, estableciendo conexiones, nos ayudarán en la interpretación de los contextos concretos. De manera especial, nos interesa hacer luz sobre los métodos de enseñanza de la Universidad de Gra­nada en la primera mitad del siglo XVII, sobre la calidad profesional de muchos de sus profesores y estudiantes, así como del pensamiento renovador y valiente que iba construyéndose e impregnando las mentes –y la práctica– de un buen número de titulados.

En la biblioteca privada del licenciado Juan Gregorio Olivares encontramos –entre otros muchos de carácter predominantemente jurídico– dos libros funda­mentales de Francisco Suárez, aunque posiblemente fueron adquiridos por su hermano, el doctor en teología, Pedro Olivares, y constituyeron uno de los pilares de su biblioteca: De Legibus ac Deo legislatore (1612) y Disputationum de censuris (1603). En ambos casos, se trataba de lecturas de autores clásicos, interpre­tadas mediante el método escolástico renovado, contextualizando y revitalizando el pensamiento y la praxis, con un estilo específico de hacer filosofía, derecho y política (teología aplicada y humanizada) de su autor; libros de texto nacidos de las clases universitarias de Francisco Suárez.

  1. Beneficiado de Santa María la Mayor. Por esta condición de “beneficiario” de la Iglesia, pudo estudiar en la Universidad de Granada, en un momento en que muy pocos jóvenes de Huéscar (y de toda Andalucía) podían hacerlo.

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Título: Patio del antiguo colegio de San Pablo (actual Facultad de Derecho de la Universidad de Granada). ss. XVI-XVIII.
Fuente: https://canal.ugr.es/
4. LECTIO, QUAESTIO Y DISPUTATIO EN LAS UNIVERSIDADES EUROPEAS: PARÍS, SALAMANCA, GRANADA

Comenzamos, por la vía hermenéutica que hemos abierto, la reconstrucción del contexto a través de las lecturas de los titulados universitarios de Huéscar en el siglo XVII: estudiantes en Granada, con los libros de Salamanca y el método de París. Con unos profesores ocupados en el desarrollo cultural y en la adquisición de las competencias profesionales de sus alumnos.

En la segunda planta del edificio de la Universidad –donde estaban las habita­ciones de los estudiantes del Colegio de la Santa Cruz de la Fe2 (Calero, 1978)– se ubicaba la biblioteca de la Universidad Literaria. A esta biblioteca, acudirían, sin duda, a leer y a copiar los libros, a prepararse las asignaturas, las escuchas de las clases y sus propias lecturas en las aulas, Pedro de Olivares, a comienzos del siglo XVII y Juan Gregorio de Olivares, de 1620 en adelante.

Los estudios sobre la enseñanza de la Universidad de Granada3 en sus dos primeros siglos presentan –en general– un panorama oscuro y sombrío: se dibuja una Universidad dependiente en todos los aspectos de la Iglesia, más concreta­mente, del Arzobispado de Granada. Se trataba de una dependencia institucio­nal, pues había nacido como una encomienda de Carlos I al arzobispo en 1526, con la principal función de enseñar y mostrar el camino de la fe cristiana a los moriscos, en concreto a cien niños moriscos que se escogieron como símbolo de la conversión global. Una dependencia económica, porque era el arzobispo quien mantenía las cátedras4 –prácticamente todas–, y de organización académica, lo más controvertido, la elección de los profesores que iban a ocupar las cátedras.

A pesar de todo, con los datos que manejamos y la metodología que estamos siguiendo, podemos establecer la hipótesis de que muchos de los docentes y un gran número de estudiantes supieron aprovechar en el siglo que nos ocupa lo mejor de la enseñanza universitaria –siempre dentro del contexto en el que se ubicaban–, y que esta formación hizo de ellos “hombres de letras”, “humanistas”, al servicio de las comunidades locales donde vivieron después.

Los catedráticos de teología, los de artes y los de cánones y leyes –que nos interesan en especial por la formación de los hermanos Olivares–, aunque no podían alcanzar aún la categoría del equipo docente del Estudio universitario salmantino, se pusieron –en su mayoría– manos a la obra para cumplir su mi­sión de ofrecer una enseñanza de calidad en la Universidad de Granada. Nos lo muestran, así, por un lado, los libros que estaban en la biblioteca de la Universi­dad, utilizados por estudiantes y profesores, tanto los catedráticos como los es­tudiantes que hacían las sustituciones de las cátedras. Por otro lado, lo sabemos por las actas del claustro (1612, 1619-1630), doce años que se pueden revisar, lo que respetó el incendio que se produjo en el XIX: allí se dejó escrito cómo se demostraban las competencias de los titulados universitarios.

 

Notas:

  1. El libro de María del Carmen Calero (1978) es fundamental para el estudio de los colegios universitarios de la Universidad de Granada en estos siglos.
  2. El artículo de la profesora Arias sobre el estado de la cuestión en la investigación de la época moderna de la UGR, recoge los estudios elaborados hasta 2008.
  3. Para el estudio de las cátedras –y otros asuntos importantes de la Universidad de Granada en esta época– tenemos los estudios de Miguel Ángel López citados en la bibliografía.

Título: Curia de Granada. Patio.
Fuente: Rafael Mantas Fernández.

Título:Curia de Granada. Escalera principal.
Fuente: José Policarpo Cruz Cabrera.

La enseñanza en la Universidad de Granada en el siglo XVII

Respecto a la biblioteca, tenemos conocimiento de que, por ejemplo, los libros de Francisco Suárez, a principios del siglo XVII, poblaban ya las librerías de la biblioteca de la Universidad. En el fondo antiguo de la biblioteca de la Universidad de Granada, nos encontramos los libros publicados por Francisco Suárez. Por supuesto, escritos en latín, el lenguaje vehicular de la cultura en la época, que consiguió llevar la investigación, la reflexión, la cultura española a toda Europa, de la misma manera que llegaron a España los últimos y valiosos escritos de dis­tintos ámbitos, publicados en Italia, Francia, Inglaterra, por citar solo los países destacados. Desde las Disposiciones de la Metafísica, de 1597 (Metaphysicarum disputationum … tomus prior), hasta la obra más conocida e influyente después de Francisco Suárez, el Tratado de las leyes, en diez libros: Tractatus de legibus, ac Deo legislatore in decem libros distributus, la edición publicada en Lyon en 1619. En el siguiente apartado, continuaremos con la enumeración de este tipo de libros, utilizados en la Universidad de Salamanca, que formaban parte también de la biblioteca Olivares.

Y con relación al método de enseñanza y de evaluación, encontramos las ac­tas del claustro universitario de esta época, repletas de referencias a las solicitu­des de admisión al título de licenciado y al título de doctor y a la forma cómo se celebraba. Más allá de los tópicos, relativos a los gastos que ocasionaba el título –en especial, el de doctor– y de las tradiciones –sobre todo el acto de vejamen, que provenía también de otras universidades europeas–, si leemos las actas de una manera reflexiva, no como un conjunto plano y desorganizado de actuaciones relativas a la vida en la Universidad, sino pensando en lo que significan estas celebraciones, en qué consistían, en la preparación necesaria para llegar a ellas a lo largo de los cursos para la consecución del título, comprenderemos, entre otras cosas, que se desarrollaba una investigación formativa en la que los libros y las disputatio suponían fuentes y objetivos de ida y vuelta.

La punta del iceberg eran las pruebas finales de solicitud de los grados: la presentación de la lectio primera, con unos días de preparación ayudado por el profesor padrino; y de la lectio segunda, en la que el estudiante hacía gala de sus aptitudes, a veces con un reloj de arena contando la hora y media de diser­tación. La disputatio posterior, continuación de la lectio, con las argumentaciones y contraargumentaciones entre el candidato y los profesores. Todo indica que, en la Universidad de Granada, en la primera mitad del siglo XVII, se seguía un método escolástico puesto al día, que se utilizaba en la Universidad salmantina y en algunas universidades europeas, con resultados más o menos exitosos, y que había alcanzado su plenitud en la Universidad de París, en el siglo XIII, con santo Tomás de Aquino.

Leer, comprender, investigar, argumentar

En la plenitud de la escolástica, la técnica del comentario de textos aparece unida a la lectio, porque emana de ella: estamos ante una lectura comprensiva que profundiza en los distintos niveles del texto y busca darle nueva luz (Chenu, 1993: 188).

En las principales universidades europeas de los siglos XVI y XVII se volvió a las prácticas que resultaron eficaces en la escolástica como método de apren­dizaje.

En primer lugar, la lectura de los textos (la lectio). Leer y comprender, en un proceso que va del sentido literal al inferencial y al simbólico.

A partir de la lectura comprensiva, se llega a la búsqueda activa que supone una elabora­ción mayor del pensamiento, nace la quæstio, cuando nos interrogamos sobre cuestiones y planteamos caminos, dudas, objeciones, razones, soluciones. La quæstio supone investigación previa y es, en sí misma, una investigación en la acción, porque supone la preparación para la defensa de las posiciones propias con argumentos sólidos.

Da lugar a la argumentación, la contraargumentación y la refutación. Se ponen en cuestión los planteamientos considerados verdaderos para obtener de ellos una comprensión profunda, con el propósito de que la mente descubra la raíz de las cosas. Para el estudio del método se puede ver Weijers (2002)5.


Se trataba de los «actos», las actuaciones que el estudiante tenía que hacer para conseguir el Grado de Licenciatura. Se trataba de exámenes orales.

Las Lectios consistían en la Lectura y comentario explicativo de un texto de un filósofo o autor de Leyes anterior (una autoridad en la materia). El alumno tenía que explicar la postura de ese autor durante una hora (había un reloj de arena) que marcaba el tiempo.

La Disputatio posterior era la defensa de un tema elegido por el candidato a Doctor entre tres que salían de una bolsa. Una vez explicado el tema, el alumno había de contestar a todas las preguntas de los profesores de la comisión. No se trataba de preguntas de conocimientos sobre el tema, sino de desarrollo argumentativo a partir de ellas, planteando polémicas y abriendo caminos que el docotrando tenía que que contestar en diálogo constructivo con el tribunal.


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EL MAESTRO OLIVARES EN EL CLAUSTRO DE LA UNIVERSI­DAD DE GRANADA

[…]

Pedro de Olivares cursó en la Universidad los estudios conducentes a la licen­ciatura de teología; obtuvo después el título de maestro9 y, más tarde, consiguió el título de doctor. En Huéscar, era conocido así, como el doctor Pedro de Oliva­res. Sin embargo, en la Universidad de Granada y en el Colegio de San Miguel, era el maestro Olivares; y, en algunas ocasiones, Pedro Olivares.

Según comprobamos en el libro de actas, en el periodo de estos diez años (1619-1629), los consiliarios del claustro se repartían de la siguiente forma:

  • un consiliario jurista, de entre los profesores titulares de cátedra de la facultad de Cánones;
  • un consiliario teólogo, que se alternaba –como se puede comprobar en las actas y en las investigaciones de Miguel Ángel López (1986-1987; 1987)–, para cada periodo el rector del Colegio de San Miguel –maes­tro en teología– y un maestro en teología ligado al Colegio de Santa Catalina10;
  • un consiliario médico;
  • un consiliario artista;
  • dos colegiales del colegio Real de Santa Cruz.

El maestro Olivares se menciona en las actas desde 1619 como asistente al claustro, y como consiliario en bastantes ocasiones. Por su presencia en el claus­tro y por las referencias a su persona y al Colegio de San Miguel en las actas11, podemos inferir que el maestro Pedro Olivares pudo ser, bien rector del Colegio de San Miguel, bien vicerrector. En todo caso, encargado de alentar y ayudar en la vida académica de los colegiales que acudían a las aulas de la Universidad, tanto a los teólogos y los artistas, como a los juristas.

Ver en el artículo completo (descarga abajo).


LIBROS PARA LA PRÁCTICA JURÍDICA

La atención preferente a la praxis acabó dando lugar a un género específico […], el de los prácticos” (Alonso, 2012: 19). Constituyeron todo un género desti­nado a la formación de los juristas. Un número importante de libros en la biblio­teca Olivares responden a la especificidad de la práctica jurídica, subrayamos algunos: Gonzalo Suárez de Paz, dos títulos de libros de Prácticas, los n.° 98 y n.° 165. Del obispo Covarrubias tenemos un título, el n.° 126. De Gregorio López, el licenciado Olivares tenía dos títulos, los n.° 219 y n.° 130. De los prácticos de Antonio Gómez, se registran tres títulos (n.os 86, 154 y 99).

Y del más destacado, por el volumen de su obra y por la importancia de su trayectoria e influencia, de entre los llamados autores de “prácticos”, el jurista Juan Gutiérrez, que había sido estudiante en la Universidad de Salamanca. El licenciado Olivares, con el título 47, resume los nueve volúmenes de este autor: “Las obras de Juan Gutiérrez en nueve tomos”.

El título n.° 31 de la biblioteca Olivares –“Lectio de justiçia et jure, un tomo”–, a mi juicio se refiere al libro de Leonardus Lessius (1554-1623), flamenco, conocido en España como Leonardo Lesio, sacerdote jesuita, teólogo moral que estudió en Lovaina. Estudió teología en Roma con Francisco Suárez. La primera edición del libro De iustitia et iure fue en 1605 –después hubo más de veinte ediciones–, en latín, la lengua en la que están escritos casi todos los libros de la colección Olivares. Creemos que fue comprado por Juan Gregorio para mejorar su oficio de abogado. Seguía así la línea de la filosofía moral integrada en la práctica del jurista, tal y como la había aprendido de su hermano.

Hay una cuestión importante sobre este libro que tiene que ver con la práctica del regidor Olivares en el Ayuntamiento de Huéscar: la necesidad de conocimien­tos matemáticos y de economía para dar respuesta a los problemas cotidianos de la vida de una ciudad en el siglo XVII. Leonardo Lesio, en este libro sobre la justicia y el derecho, presentó una novedad importante en las numerosas publica­ciones sobre el tema, que incluso tenían el mismo título. Fue la primera vez que la teología moral se ponía en diálogo con la economía y las finanzas. Ofrecía so­luciones éticas, razonadas con base teórica sólida, a cuestiones sobre el interés, los impuestos y los riesgos (Megías, 1994).

Juan Gregorio Olivares destacó por su capacidad de desenvolverse en los asuntos de la ciudad que requerían conocimientos de matemáticas y de eco­nomía. Destapó en varias ocasiones trampas sibilinas del gobernador o los regidores, incluso del procurador síndico, al desentrañar pormenorizadamente la casuística y las consecuencias de los temas presentados.


A falta de imágenes de la biblioteca de Juan Gregorio de Olivares en Huéscar, presentamos como modelo, la biblioteca de Lope de Vega, en su casa de Madrid

EL MANUSCRITO DEL LICENCIADO OLIVARES: LA INFOR­MACIÓN DE UN PLEITO COMO MODELO PARA LAS CLASES

A comienzos del siglo XVII, en la Universidad de Granada, como en la de Sa­lamanca, se aprendía con casos prácticos. El fondo antiguo de la Universidad de Granada conserva una serie de publicaciones llamadas “Informaciones” en las que un abogado, licenciado o doctor, presentaba el informe desarrollado de un pleito real. La mayoría están publicadas en una imprenta, más o menos lejana a la ciu­dad; algunas se publicaron en imprentas de Granada. Un número muy reducido de las que conservamos, concretamente dos, están manuscritas.

Igual que las publicadas en letras de molde, servirían con toda seguridad para el estudio y la práctica, pues suponían un modelo para los juristas que se estaban formando. Las que conservamos manuscritas, creemos que se elaboraron como un ejercicio práctico necesario para la obtención del título en la Facultad de Cánones15.

La biblioteca universitaria granadina, en su fondo antiguo, conserva un manuscrito16 firmado por el “licenciado Olivares”: “Información en derecho por parte de Diego de Sandoval contra Juan López Fernández”. La fecha que le han asignado los archiveros actuales es 1615, una datación inducida por el contexto de las obras con las que fue encuadernada con varias de estas informaciones. Algún archivero, bibliotecario o profesor les puso el título genérico de Papeles de Derecho17. Posi­blemente ya en el siglo XIX.

Todo indica, sin embargo, que se trata de un escrito de Juan Gregorio de Oliva­res, natural de Huéscar, posiblemente como una de las pruebas evaluadoras para su licenciatura en cánones. Y que se recogería para el uso en las clases universita­rias después, ya con la firma18 del “Licenciado Olivares”. Juan Gregorio terminaría su licenciatura en torno a 1625.

El valor de la palabra dada.

[…] Ver la continuación de este apartado en el artículo completo (descarga abajo)

 



HOMBRES DE LETRAS (TITULADOS UNIVERSITARIOS) AL SERVICIO DE LA SOCIEDAD

A modo de conclusión, comentaremos un texto que recoge las palabras pro­nunciadas por Juan Gregorio de Olivares en el cabildo de la ciudad de Huéscar en 1658.

En el libro sobre Las leyes y Dios legislador, desde Roma, con su latín que borraba fronteras y alentaba a la mejora de las relaciones políticas y las cos­tumbres sociales, buscando hacer ciudades habitables, Francisco Suárez fijó la trascendencia de los conocimientos sobre teología, filosofía, moral, política para llegar a ser un buen servidor de las comunidades de personas. Pedía al rey de cada reino, al señor de cada ciudad o comarca, a su gobernador –representante en la ciudad del poder real–, a los alcaides, en fin, a los regidores, que, ante todo, respetaran la dignidad de los ciudadanos, procurando la libertad individual y el bien común.

Juan Gregorio de Olivares, con el poder que le otorgaba la seguridad en sí mismo por su formación, por su inteligencia, por sus lecturas y estudio, por su trayectoria –él mismo había sido gobernador de la ciudad de Huéscar de 1644 a 1648–, por el bien del pueblo, cuando el escribano del Ayuntamiento leyó la carta del duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo y Mendoza, en la que se nombraba gobernador de Huéscar a don Marcos Muñoz, el 20 de septiembre de 1658, pronunció las palabras que se recogen en el acta21:

Visto el dicho título se obedeció con respeto, y sobre su cumplimento, se fue votando de la siguiente manera:

El señor alcaide, licenciado Juan Gregorio de Olivares, dijo que esta ciudad de tiempo inmemorial a esta parte sin que jamás haya habido interrupción alguna ha estado y está en quieta y pacifica posesión de que el gobierno de ella se provea como siempre se ha proveído en persona de letras, porque de lo contrario se seguirán graves inconvenientes, uno de los cuales es elegir a los vasallos que litigan con los gastos de asesores, y aunque en la ciudad hay abogados con quien se pueden acordar los autos y sentencias no se excusan los gastos de dichas asesorías, […] y se contará mucho el reme­dio de las recusaciones con que habiendo de ir los pleitos a asesores forasteros es preciso que las asesorías sean mayores y los gastos de los propios y peones inexcusables, causas todas, por las cuales con la presente provisión se viene a hacer novedad en la costumbre y posesión que la ciudad se halla respecto de el dicho don Marcos Muñoz, caballero de capa y espada, que, por estos motivos, el parecer y visto de estos capitulares, que por ahora y por no incurrir en otra algu­na desobediencia, acuerdan el respeto reverencial que se le debe a el Duque mi señor, se guarde, cumpla y ejecute el dicho título, y en su virtud y cumplimiento se reciba por tal gobernador a el dicho señor don Marcos Muñoz, pero que sea como ha de ser por parte de este capitular, sin perjuicio del derecho que la ciudad tiene y compete para pedir que se le ampare y mantenga en antigua e inmemorable posesión de que este gobierno se provea siempre en personas de letras, sobre que hace todas las protestas convenientes para que el derecho de la ciudad que­de ileso y no perjudicado en cosa alguna, y de dichas protestas y de este su voto y parecer pide testimonio.” 22

 

Claramente, el abogado Olivares conocía la línea común de la Política de Bobadilla23 para regidores, pero la supera ampliamente por su formación y por su convicción humanista aprendida en los libros de Suárez, Acosta, Ávila, Lesio, Diana –entre otros–, así como en las conferencias y disputas con los maestros teólogos. La “iniciativa del presente”, una capacidad crítica del ser humano que lo lleva a implicarse en la mejora de su momento actual –concepto filosófico ela­borado por Ricœur (2002)– movió al regidor Olivares a lanzar una protesta ar­gumentada, que pedía se admitiera “por testimonio”, es decir, como una solicitud oficial firmada. Esta protesta exigía que no fueran las armas y el vasallaje quienes gobernaran la ciudad, sino los hombres de letras, los que tenían estudios univer­sitarios, como el licenciado que había sido gobernador hasta ese momento, don Diego de Toledo y Castro.

Concluimos así, esta tarea de presentar cómo podría ser el humanismo, la lectura de libros y las promesas hechas en el siglo XVII, a través de las vidas de “hombres de letras” y de sus textos, pensando la labor de la enseñanza uni­versitaria de la época, su función de formar en unas capacidades que requieren actualización prioritaria en nuestro presente.


Para ver la etapa de Juan Gregorio de Olivares en la casa de la Plaza de Adentro:


  • Actas del Claustro de la Universidad de Granada. Archivo Universitario de Granada:

Libro 4, signatura 01417.  21 de marzo de 1612 – 8 de enero de 1629. Según el inventario de 1778, el libro acaba el 14 de julio de 1629, mientras que en el de 1847 acaba en 20 de junio de 1629.

  • Manuscrito del Licenciado Olivares (c. 1615):

Biblioteca Digital de la Universidad de Granada. DIGIBUG. Fondo Antiguo. Caja A-42. Papeles de Derecho. Información en derecho por parte de Diego de Sandoval Negrete contra Juan López Fernández (c. 1615).



Bibliografía

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«Espacio y tiempo habitables a la luz de Ricoeur. El humanismo de los titulados universitarios de Huéscar en el siglo XVII».



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