Castilléjar
Publicado en la Revista Péndulo, nº 24 (2023) un artículo de Mercedes Laguna González sobre «La riqueza industrial y natural de Castilléjar desde 1800. El olvidado siglo XIX de la comarca de Huéscar».
Resumen
Presentamos lugares de interés histórico y, por tanto, patrimonial, de Castilléjar, que no han sido estudiados hasta ahora. Lugares ligados, por un lado, a industrias —nada o muy poco conocidas— y, por otro, referidos a las tierras, sus aguas y sus productos. Mostraremos la existencia en la villa de Castilléjar de una Real Fábrica de Salitre, instalada en el municipio en 1800; hablaremos del molino harinero y de las tierras de riego y secano que abastecían a esta fábrica. Presentamos, en primicia, a Pedro López Gómez, personaje significativo en la historia de Castilléjar. Hablaremos de la labor de Santa Catalina, de la ermita de Santo Domingo, de la almazara y de la fábrica de la luz; de la rica cosecha de productos de la tierra a la que dan lugar las aguas de sus dos ríos y sus acequias.
Palabras clave: Patrimonio histórico. Patrimonio industrial. Riqueza natural. Fábrica de Salitre. Molino. Almazara. Fábrica de la luz. Pedro López Gómez. Castilléjar.
Introducción
El patrimonio industrial y natural de Castilléjar, especialmente, el del siglo XIX y la primera mitad el XX, requiere ser estudiado y puesto en el mapa de Andalucía y de España. El pasado se pierde en el olvido si no ponemos los medios y los remedios que tenemos a nuestro alcance para reconstruir —en la medida de los posible— qué sucedió y cómo: la historia que tiene relación con la nación (y el mundo) y la que —aparentemente— solo está relacionada con las vidas cotidianas de los pueblos pequeños.
En todos los pueblos y ciudades, uno de los lugares donde podemos acudir, en primer lugar, para la reconstrucción de la historia es el Archivo Histórico Municipal. En el caso que nos ocupa, la villa de Castilléjar, el Archivo del municipio apenas ha sido investigado[1]. Sin embargo, guarda en su interior el tesoro de los documentos elaborados y conservados por el concejo de la villa, documentos que suponen una muestra de cómo era la vida de las personas que vivieron en esta comarca hace 200 años (en las primeras décadas del siglo XIX), 150 (en la segunda mitad del XIX) o un siglo (los que vivieron a comienzos del siglo XX).
Por otra parte, el Archivo Provincial de Granada supone otra fuente de información clave en el proceso de investigación, así como el Archivo de Protocolos Notariales de la provincia de Granada. En estos archivos, encontramos, especialmente, documentos que se han generado a partir de las escrituras de compra-venta y de las particiones de herencia. Durante ese periodo que estudiamos, los documentos y protocolos conservados son —en la mayoría de los casos— huellas documentales que han dejado las familias adineradas, a las que —en la época— se llamaba hacendados o grandes propietarios.
Es el estudio de una de estas sagas de hacendados el que ha llevado nuestra investigación hasta Castilléjar: los López Gómez (primera mitad del XIX), los López Revuelta (segunda mitad de ese siglo) y los López Carbonero (desde el último cuarto del XIX al primer cuatro del XX). Por último, en esta línea, encontramos a los descendientes que han conocido nuestros padres y abuelos, y a través de los cuales podemos conectar la historia: los López Lefebvre, los López Font y los López Galán (en la primera mitad del siglo XX).
Desde el principio, en esta introducción, hemos de destacar unos lugares de interés histórico y, por tanto, patrimonial de Castilléjar, que están indisolublemente ligados a su pasado, y que no han sido estudiados hasta ahora. Son lugares ligados, por un lado, a industrias —nada conocidas o muy poco reconocidas— y, por otro, a las tierras y sus productos: la riqueza natural, que nos proponemos presentar de una manera distinta en nuestra investigación.
En primer lugar, la existencia en la villa de Castilléjar de una Real Fábrica de Salitre, dependiente directamente de la corona, y que se instaló en el municipio en 1800. La fábrica llevaba anexa una gran extensión de tierra a su alrededor (la redonda del salitre), para proveer de víveres a los trabajadores (para obtener su sueldo), así como para proporcionar la materia prima necesaria para el tratamiento del salitre obtenido de los cerros de toda la zona, y que había de ser tratado de manera industrial.
El lugar en donde se ubicaba la fábrica, tenía a su derecha (dentro de la redonda, y muy próximo a la fábrica, con la que compartía acequia) un molino harinero, en el que se molía el grano obtenido en las tierras de la redonda del salitre, suponiendo la fuente de producción de harina necesaria para los trabajadores y para los gastos que había de atender la fábrica: arreglo de calderas, pago de atochas (esparto)[2], pago de la tala de álamos (necesarios para el proceso de la obtención del salitre refinado)[3].
Hacia 1830, el molino de la fábrica, fue adquirido por Pedro López Gómez (personaje significativo en la historia de Castilléjar, y, paradójicamente, no conocido hasta ahora[4]). Desde entonces, el molino se llamó molino de las casas o molino de abajo (para diferenciarlo del molino de arriba, que era el del Duque de Alba[5]).
La Real Fábrica de Salitre fue arrendada, tras la Guerra de la Independencia a particulares, y, finalmente, vendida en torno a 1835 a Pedro López Gómez: fue entonces conocida como la fábrica de salitre, o solo, “la fábrica”.
El edifico de la fábrica se convirtió hacia 1882, cuando era propiedad de Manuela Carbonero, la nuera de Pedro López, en almazara. Y siguió funcionando como tal hasta julio de 1936.
Miraremos con ojos renovados la ermita de Santo Domingo y sus huertos, junto al río Guardal. También pertenecientes a comienzos del siglo XIX a la redonda del salitre.
Al cortijo de Santa Catalina llegaremos repasando las alcabalas del viento, los impuestos sobre la elaboración del aguardiente, las rentas de los productos cosechados y consumidos (el vino, el aceite, el trigo, el aguardiente), contemplando sus eras, los cobertizos de los animales, y, sobre todo, su ermita, muy parecida a la antigua ermita de Santo Domingo.
Recuperaremos la memoria de la fábrica de la luz de Castilléjar, levantada junto al río de Galera y el antiguo cementerio de la villa. Puesta en marcha en 1906, en una fecha en que la electricidad no había llegado a la gran mayoría de los pueblos de España. Por ejemplo, en Baza, la luz eléctrica se puso en funcionamiento en 1905. En Huéscar, fue muy pronto, en 1902, cuando Pedro López Carbonero (el nieto de Pedro López Gómez) llevó la luz al pueblo desde el molino del Negro, de Fuencaliente.
Y, en ese contexto decimonónico, pondremos en primer plano la riqueza natural: los productos de la tierra. Riqueza que se obtiene, a pesar del salitre y del terreno agreste, gracias a las aguas de sus dos ríos y de sus acequias, junto con el trabajo de sus gentes y las técnicas “novedosas” en la agricultura (adecuadas a cada época). Como ejemplo, descubriremos el “bancal del arroz”, del que hace un siglo que no se tiene recuerdo.
Se quedará en el tintero la riqueza natural de las profundidades de sus tierras, que dio lugar, desde el tercer tercio del siglo XIX hasta el primer cuarto del siglo XX , a ricas y variadas explotaciones mineras: azufre, sobre todo, pero también hierro y carbón de piedra. El espacio limitado de este estudio y la extensión de las cuestiones principales de nuestra investigación (además de su intención divulgativa), nos conducen a remitir a la publicación de un segundo artículo en el que se presentarán los datos, conexiones y reflexiones no ofrecidos en este escrito, en especial, todo el apartado de las minas de Castilléjar en el periodo señalado. Tratará sobre el estudio de la agricultura y la industria la comarca de Huéscar de 1800 a 1930.
Notas de la Introducción:
[1] Agradecemos desde aquí al concejo del Ayuntamiento de Castilléjar las facilidades que nos ha ofrecido en la consulta de su Archivo. De manera destacada, queremos dar las gracias a Jesús Soler, funcionario del Ayuntamiento, por su ayuda y su colaboración en las búsquedas, además de por su papel de guía de la localidad y sus anejos.
[2] Más adelante comentaremos el uso del esparto para el proceso de refinado del salitre.
[3] PICHACO GARCÍA, P. La industria del Salitre y la Pólvora en Alcázar de San Juan. Tesela. Cuadernos Mínimos. Alcázar de San Juan. Patronato Municipal de Cultura, 2020., p. 15.
[4] La primera noticia sobre Pedro López Gómez aparece en nuestro estudio: LAGUNA GONZÁLEZ, M. y GÓMEZ LAGUNA, R. Titulados universitarios de Huéscar. La saga de los López Carbonero. Granada, Torres Editores, 2022a.
[5] En 1862, tenemos referencias, además del molino de Andrés, que posiblemente sería el molino de en medio. Ver el apartado 10.
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Fábrica de Salitre
La primera referencia que encontramos de la fábrica de Salitre en Castilléjar es la que aparece en un documento de 1901: la partición de los bienes de doña Manuela Carbonero López, quien dejó en herencia a su hija María del Carmen López Carbonero la almazara de Castilléjar y los terrenos que la rodeaban. Ahí se indica que el edificio que estaba destinado a almazara en aquellos años (hasta la guerra civil) fue “fábrica de salitre”.
En ese mismo documento, se adjudica también a Carmen López Carbonero una cueva-habitación[1] en el barrio del Salitre. A diferencia de otras cuevas que aparecen en este y otros testamentos y particiones de bienes de la época (y de esta familia), la cueva del salitre estaba valorada en 125 pesetas, una cantidad muy superior a las 50 pesetas en las que están valoradas la mayoría de las cuevas que aparecen referenciadas.
[1] En esta época se denominaba “cueva-habitación” o “casa-habitación” a las viviendas (lenguaje jurídico).
[1] Archivo de Protocolos Notariales de Granada (APNG). Notario: D. Diego Herrero. Lugar: Huéscar. Escritura de partición del Testamento de M.ª Manuela Carbonero López. 10 de julio de 1901.
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La Almazara a finales del siglo XIX y principios del XX
La Almazara de Castilléjar estaba situada en el edificio que fue fábrica de salitre.
La almazara, como molino de aceite, la puso en marcha, hacia 1881, Manuela Carbonero. Después, por herencia, continúo con la empresa su hija, Mª Carmen López Carbonero, en 1901. En 1913, Pedro López Carbonero se la entregó a su hija, María López Lefebvre. Tras la guerra civil, María López Lefebvre vendió la almazara a un labrador de Galera. Había dejado de funcionar como molino de aceite desde julio de 1936.
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Real Fábrica de Salitre de Castilléjar, 1800
Apertura, como subalterna de la Fábrica de Granada
El documento decisivo es esta notificación oficial, con sello de Carlos IV, en la que se fija la apertura de la Real Fábrica de Salitre de Castilléjar, como subalterna de la Real Fábrica de Salitre Granada, que había sido establecida en 1654. El oficio se elabora y se guarda, sobre todo, porque los trabajadores “oficiales”, que dependen directamente de la administración disfrutaban de una serie de privilegios y exenciones que los elevaban a la categoría de servidores directos de la corona; así se establecía en la Real Cédula del 16 de enero de 1791. En el caso de Castilléjar, por ser una fábrica pequeña, solo iba a contar con dos de estos empleados-administradores: el Maestro y el Oficial. Los demás empleados-trabajadores al servicio de la fábrica se contratarían en la localidad, sin las ventajas de este grupo nombrados en la orden.
Los restantes apartados de este epígrafe, se pueden ver el artículo completo (abajo)
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Uso de esparto (atochas) en las fábricas de salitre
En la Real Fábrica de Salitre de Alcázar de San Juan se dejó constancia de la utilización del esparto en la fábrica, como de un material necesario que el trabajador llamado fiel debía vigilar. Aparece también en el inventario de la fábrica:
El fiel era responsable de la formalización del pago de la leña necesaria para las calderas que, firmado por el maestro, era enviado al contador. Lo mismo ocurría con las herramientas y efectos necesarios en la fábrica, independientemente de su naturaleza (cobre, hierro, plomo, madera e incluso esparto).[1]
Inventario de “efectos”: se tenían que diferenciar los de cobre, caso de las calderas reflejando su peso, cabida, dimensiones, estado actual del servicio y su valor; los de hierro; los de madera como coladeras y botazos; los de barro; e incluso los de esparto. Se guardaba celo en su estado de conservación.[1]
[1] Ibíd., p. 54.
[1] PICHACO GARCÍA, P. La industria del Salitre y la Pólvora en Alcázar de San Juan. Tesela. Cuadernos Mínimos. Alcázar de San Juan. Patronato Municipal de Cultura, 2020, p. 37.
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La madera de los álamos
Álamos junto a las fábricas de salitre
La madera de los álamos fue utilizada en la elaboración del afinado del salitre, especialmente para la cocción de las calderas, así como para la elaboración de las lejías para el refinado del salitre, a partir de sus cenizas. De ahí, el lugar elegido para situar la fábrica en Castilléjar: junto al agua de la acequia de los Molinos y la del río de Galera, por un lado, y al alameda junto a este río, por otro. También la alameda del río Guardal, por la zona de las huertas de Santo Domingo, era propiedad de la fábrica de salitre.
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Pedro López Gómez y el Duque de Alba
Pedro López era, sobre todo, comerciante. Había llegado a Huéscar, desde Vega de Pas (en Santander), en plena Guerra de la Independencia. Pedro López Gómez[1] —pasiego—, casado con Mª Luisa Revuelta —también de Vega de Pas— llegó a Huéscar en 1811, para luchar contra los invasores franceses. Más tarde, residiendo en Huéscar, se incorporó al recién creado Cuerpo de la Milicia Nacional, que había surgido en 1814[2]. El objetivo de la Milicia Nacional era “defender la constitución [de 1812], la patria y la reina”. Los milicianos nacionales querían representar la unión de los liberales y del progreso frente a los realistas[3].
En 1826, Pedro López ya estaba bien posicionado entre los vecinos de Huéscar. Y, en 1830 —o en los años siguientes—tras la ley sobre la liberación definitiva de la venta del salitre, todo indica que adquirió este bien nacional, de titularidad pública. Aún no hemos podido encontrar el protocolo o referencia exacta de la compra, sin embargo, tenemos otros documentos —de distinta procedencia— que muestran cómo don Pedro López Gómez fue el propietario-comerciante, pionero[4] en Huéscar y su comarca en la compra de bienes nacionales de titularidad pública (venta de bienes públicos, dicen los libros de fincas rústicas y urbanas). Fue uno de los primeros en efectuar los trámites de adquisición hipotecada, a plazos, de propiedades que en la época habían perdido el interés del gobierno —por distintas causas— (como es el caso de las Reales Fábricas), compra de tierras no trabajadas (o no trabajadas de una manera productiva) o de propiedades que habían pertenecido a la Iglesia, en general, o las corporaciones religiosas del clero regular, en particular.
Pedro López Gómez residía habitualmente en Huéscar, aunque disponía de casa en Castilléjar. Había adquirido también una casa en Baza, en el número 1 de la calle de la Alcazaba, que después se llamó Cava Alta.
[1] Los pormenores de esta historia los explicamos en el artículo sobre Pedro López Gómez —y sus descendientes— en el marco del estudio de la agricultura y la industria de Huéscar y su comarca en el siglo XIX. En prensa.
[2] Aunque las milicias nacionales comenzaron en determinadas zonas en 1814, se considera como fecha de inicio más general, la de 1820.
[3] VEIGA, J. R. “La milicia nacional en España (1820-1856)”, Claves. Revista de historia, 6/11 (2020), pp. 203-240, pp. 216 y 218.
[4] Lo calificamos como “pionero” con el matiz positivo porque se aventuró en una práctica nueva, sobre la que no había tradición de éxito, ni seguridad de obtención de ganancias.
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El Duque de Alba
Carlos Miguel Fitz-James Stuart y de Silva-Fernández de Híjar había nacido en 1794. Fue Duque de Alba de 1802 hasta su muerte en 1835. Le sucedió su hijo, Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia, desde 1847.
El Duque de Alba —y la institución de la Casa del Ducado de Alba— suponía en Castilléjar el poder y las prerrogativas de la nobleza. Aunque ya había perdido[1] su condición de ducado de señorío jurisdiccional de Castilléjar, [concedido —junto con Huéscar— por los Reyes Católicos a la Casa del Ducado de Alba en 1513][2]; a pesar de todo, el duque seguía disfrutando de las exenciones fiscales y tributarias de los nobles.
Sin embargo, Pedro López Gómez era una “pechero”, es decir, tenía que pagar impuestos. Y así lo hacía. Pedro López Gómez representaba en Castilléjar —y en Huéscar— a la naciente burguesía rural.
[1] Desde las Cortes de Cádiz, en 1812.
[2] LAGUNA RECHE, J.D., “La villa granadina de Castilléjar a finales del siglo XVI a través de sus ordenanzas municipales”, en ANDÚJAR CASTILLO, F. y DÍAZ LÓPEZ. J.P., (coord.), Los señoríos en la Andalucía Moderna: el marquesado de los Vélez, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2017, pp. 545-562, p. 545.
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El deslinde de la redonda de la fábrica de Salitre, 1882
Sobre el amojonamiento de la redonda del Salitre, 1882
Señores del Ayuntamiento de esta villa
Paulino Carasa Ochoa, de estos vecinos, según cédula personal número 22, autorizada por la Alcaldía de esta villa, la que presento y surtidos los efectos, recibo de vuelta.
Ante usted, como más haya lugar en derecho, digo que, como representante y administrador de los bienes que posee en este término municipal doña Manuela Carbonero y López, vecina de Granada, para solicitar el deslinde y amojonamiento de cinco fanegas de tierra de la propiedad de dicha señora alrededor de la Fábrica del Salitre, adjudicada a su favor por fallecimiento de su esposo don José López Revuelta.
Que lindan, por el Este, acequia del Molino y río de Galera, al Sur, el cementerio, y Poniente y Norte, con el camino que va a dicho molino […]
El 2 de marzo de 1882
[…] Se dio cuenta de la instancia que presenta doña Manuela Carbonero López, vecina de Granada, pidiendo amojonamiento de las cinco fanegas de tierras de la propiedad de dicha señora como ensanche del salitre, que le ha correspondido en propiedad al fallecimiento de su esposo, don José López Revuelta. El Ayuntamiento, enterado de lo que se interesa en dicha solicitud. Acuerda que, sin perjuicio de terceros, se proceda al amojonamiento de la redonda, que se demarca en la indicada solicitud, para lo cual se autoriza al Sr. Alcalde y al Regidor Síndico de este municipio para que efectúen dichos trabajos, con sujeción a documentos fehacientes que presente la parte interesada, tirándose la competente acta de expediente, que se instruya para que conste; que se fijen edictos en los sitios de costumbre[…]
Transcripción del documento. AMC).[1]
[1] Archivo Municipal de Castilléjar, 2 de marzo y 28 de abril de 1882. Legajo 295. Pieza 032.
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El cortijo de Santa Catalina
También la labor de Santa Catalina, con sus acequias y abrevadero, supone un lugar histórico —renovado con el paso del tiempo— del que tenemos noticias desde 1593. Aparece la labor y la cañada de Santa Catalina en el apartado de “Veredas y cañadas”. De la misma forma, en la de los abrevaderos:
Abrevadero de la cañada y abrevadero del campo de Santa Catalina
Señálase por abrevadero de esta villa a la parte del río de Guadahardal arriba, a la parte de la mano izquierda hacia el acequia de las Viñas, que todos los ganados que estuvieren en aquella parte de han de bajar por la cañada que dicen de Santa Catalina a dar encima el acequia de las Viñas […].
Señálase por abrevadero para los ganados que anduvieren en el Campo el Rey y labores de Santa Catalina la fuente y arroyos que salen de la labor de Santa Catalina entrando y saliendo por partes donde no hagan daño en sembrados, pues hay harta anchura.[1]
[1] LAGUNA RECHE, J.D., op. cit., p. 562.
La zona se llamaba labor de Santa Catalina —con su cañada y su abrevadero— porque los dominicos habían mandado construir en esa zona la ermita de Santa Catalina, una santa de origen italiano de advocación dominica, como nos decía Gonzalo Pulido en su escrito de 2006[1].
Pedro López Gómez fue adquiriendo, a partir de 1833, el cortijo y la ermita primero, y, después, poco a poco —como hacía con las fincas que le parecían de interés— los terrenos circundantes. Eran los tiempos de la desamortización y de la venta, por parte del Estado, de los bienes que habían pertenecido a la Iglesia y que ya no estaban en uso por sus antiguos propietarios.
[1] PULIDO, G. “Los religiosos dominicos y Castilléjar (Granada)”. Programa de fiestas de Castilléjar de 2001.
Bonifacia López Revuelta heredó de su padre (Pedro López Gómez), en 1856, el cortijo y parte de las fincas de Santa Catalina:
Una labor llamada de Santa Catalina, situada en el término de la villa de Castilléjar, compuesta de casa cortijo, con dos cuerpos de alzada y diferentes habitaciones, sobre la superficie de 1378 m2. Con una bodega [para la elaboración del vino] con todos sus útiles, y, además, otra habitación destinada a ermita.
1252 fanegas de varias clases, que, con 30 fanegas de primera clase de riego (o sea, 20 hectáreas, 96 áreas, 10 centiáreas) en la cañada de Juan Ibáñez, diez fanegas también de riego de segunda calidad (igual a una hectáreas, 77 áreas y 60 centiáreas) en la Sabinica. Ocho fanegas… por bajo de los Cañameros y Cerrico el blanco, igual a siete hectáreas. Sesenta y un áreas […]
Las tierras y la casa forman un predio llamado Labor de Santa Catalina, en cuyo pago radica por Levante con atochares y tierras de Simón Gómez Sánchez, Mediodía, atochares y secanos de Víctor Gómez, Poniente, la Dehesa nueva del Campo del Rey, y Norte, labores de Felín grande y Felín chico. El predio deslindado lo hubo la causante por herencia de su padre, don Pedro López Gómez […][1]
[1] Archivo de Protocolos Notariales de Granada. Testamento de José Carmona; inventario de bienes de Bonifacia López Revuelta. Baza. 4 de abril de 1884. Notario: D. José Sánchez Sepúlveda.
Tinadas para los bueyes
En el Archivo provincial de Granada, en el libro de hipotecas de Castilléjar, se recoge así la descripción del cortijo de Santa Catalina:
Una labor denominada de Santa Catalina, compuesta de casa habitación [vivienda], vahos, tinadas[1], bodega y tinajas, caldera de aguardiente. Siete mil vides de primera clase. Treinta fanegas de riego de primera clase. Diez de segunda. 48 de tercera. Más 350 fanegas de secano, en varios pedazos.[2]
[1] Tinada : cobertizo para tener recogidos los ganados, y particularmente los bueyes. RAE.
[2] Archivo Provincial de Granada. L- 11117 – Libro 3º de traslaciones de fincas rústicas del pueblo de Castilléjar, del partido judicial de Huéscar. 1856.
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La ermita de Santo Domingo
Los dominicos se instalaron en Huéscar en 1547. Así lo señala Laguna Reche en su estudio sobre la “Presencia de la Orden de Predicadores en Huéscar”[1]. Se marcharon de la comarca de Huéscar en 1835, a causa de una orden de supresión de conventos con menos de doce religiosos.
La Guerra de Independencia supuso para los dominicos de Huéscar y su casa un brutal golpe del que no era fácil recuperarse. Hacia 1809, antes de que los franceses llegasen a Huéscar, las autoridades españolas expoliaron el convento para servir al rey […] todos los objetos de valor, sobre todo los de plata y oro, fueron trasladados a Granada para su fundición y empleo en gastos de guerra. Por si no tenían bastante los frailes, cuando los soldados franceses pisaron Huéscar –a partir de junio de 1810– no tardaron en arrasar con todo lo que pisaban. […] el archivo y la biblioteca desaparecieron, seguramente para siempre. […]
Cuando todavía [los frailes] trataban de sobreponerse de la Guerra de Independencia, llegó la fatal decisión. Un real decreto de 25 de julio de 1835 ordenaba la supresión de todos los conventos masculinos con menos de doce religiosos profesos […] Posteriores decretos establecieron el mecanismo de expropiación para el Estado y la venta de todas las casas conventuales y monacales afectadas […][2]
[1] LAGUNA RECHE, J.D. “Presencia de la Orden de Predicadores en Huéscar: el convento de Santo Domingo y el monasterio de la Madre de Dios (1547-2019)”. En RODRÍGUEZ DOMINGO, J.M. (coord.). Historia y patrimonio dominicanos de la antigua Provincia Bética, Guadix, Centro de Estudios Pedro Suárez, 2021, pp. 337-400, p. 339. El autor se basa en las investigaciones de Gonzalo Pulido y Vicente González Barberán; concretamente, sobre el “Responsorio de los curas propios de Huéscar al interrogatorio solicitado por el Excelentísimo Señor Arzobispo de Toledo (1782)”, recogido en el libro de Pulido Castillo de 1995.
[2] Ibíd. pp. 361-362.
Sin embargo, las tierras (las huertas de Santo Domingo y la labor de Santa Catalina) y la ermitas que los dominicos poseían en Castilléjar desde la mitad del siglo XVI, las fueron vendiendo, tanto a particulares como a la Corona, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Lo sabemos porque las huertas de Santo Domingo y su alameda, junto al río Guardal, pertenecían a la redonda de la fábrica de salitre; por tanto, ya no eran de la Orden en 1800. Estas ventas se produjeron cuando el convento de Santo Domingo de Huéscar, sobre todo a causa de la pujanza que comenzó a tener el de los franciscanos, vio reducido el número de sus frailes profesos. Los dominicos que venían desde Huéscar a la ermita de Castilléjar, y cuyos nombres quedaban recogidos en el Archivo parroquial, dejaron de visitar la villa en 1756[1].
Por su parte, de la labor de Santa Catalina y su ermita, sabemos, como hemos dicho arriba, que pertenecían a Pedro López Gómez y a su esposa Luisa Revuelta desde 1833, aproximadamente. Estas propiedades fueron heredadas por Bonifacia López Revuelta.
La ermita de Santo Domingo y sus huertos, en la ribera del Guardal, junto con un casa cerca de las eras bajas, fueron adquiridas también por el comerciante pasiego en el periodo que va de 1830 a 1840. Se convirtieron, desde 1856, tras la partición de bienes de sus padres— en la casa-cortijo y la ermita de don José López. Al fallecer José López Revuelta —1881— la ermita y la casa próxima a las eras bajas pasaron a José López Carbonero.
[1] Ver PULIDO CASTILLO, 2001, op. cit.
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Molino de Abajo
El molino de abajo o molino de las casas
Tenemos datos suficientes para afirmar que el Molino, llamado de abajo[1], es el molino más antiguo de la villa de Castilléjar —el primero, y único en los orígenes del municipio—. La presencia documentada de la “acequia del molino” (en singular), que después daría nombre a la calle, aparece, a finales del siglo XVI, en las Ordenanzas municipales de la villa de 1593: se “prohíbe ensuciar el agua de la acequia del Molino, que es de la que bebe todo el pueblo”[1]. También aparece la acequia del Molino en las referencias a los límites de las Dehesas del Dimen (hoy, Limán), de las Viñas y del río de Galera[2]. Este molino inicial, obviamente, fue reformándose y transformándose a lo largo de los siglos, según la demanda industrial y de servicios del municipio y sus anejos.
Como hemos indicado arriba, fue el molino de la Real Fábrica de Salitre de 1800 hasta 1830 (aproximadamente); abastecía las necesidades de la Fábrica (para el pago a los trabajadores y el abono de las Rentas Reales), por esta razón, también era el molino principal. Hacia 1830, lo adquirió Pedro López Gómez. Aunque seguía teniendo las funciones de abastecimiento de la fábrica, volvió a ser, ante todo, el molino del pueblo, donde se procesaba el grano producido en las tierras próximas al núcleo urbano.
Fue Pedro López Gómez quien construyó el pequeño acueducto de dos ojos, que conduce —con inclinación— el agua con fuerza hacia las piedras del molino (ayudado por la pendiente de la acequia): la aplicación de un desarrollo tecnológico que había aprendido hablando con los miembros de la Sociedad Económica de Amigos del País y leyendo las obras de sus socios.
[1] LAGUNA RECHE, J.D., op. cit., p. 552.
[2] Ibíd., pp. 559 y 560.
[1] Llamado de abajo, en la primera mitad del XIX, después, molino de don Pedro López, y, en el siglo XX, molino de los López.
Otro molino de la zona: el molino de los Olivos
Molino de Los Olivos. Fotografías de Jesús Soler
Completamos esta sección de los molinos con las imágenes de un molino que estuvo activo hasta hace pocos años y cuyos útiles aún se conservan: el Molino de Los Olivos, propiedad de Ramón Sánchez Gilabert y Ángeles García Mallorquín.
Según muestran las imágenes, este molino funcionaba ya —en la sección renovada— con cilindros, lo que conseguía una harina más fina y de mayor calidad: era ya una fábrica de harinas.
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La fábrica de la luz de Castilléjar, 1906
La fábrica de la luz de Castilléjar se levantó junto al río de Galera y el antiguo cementerio de la villa. Fue puesta en marcha en 1906, en una fecha en que la electricidad no había llegado a la gran mayoría de los pueblos de España. Por ejemplo, en Baza, la luz eléctrica se instaló en 1905. En Huéscar, la iluminación mediante electricidad llegó muy pronto, en 1902, cuando Pedro López Carbonero (el nieto de Pedro López Gómez) preparó un gran acueducto para conducir el agua que tenía que mover la turbina que generaba la electricidad[1]: llevó la luz al pueblo desde el molino del Negro, de Fuencaliente.
En Castilléjar, Pedro López Carbonero, para mover la turbina —adquirida en Barcelona en la prestigiosa casa Planas, Flaquer y Cía., constructora de turbinas hidráulicas—, preparó una cañería específica para la fábrica de fluido eléctrico, que llevara el agua de forma permanente. Mientras que, para las tierras de regadío, los propietarios de los bancales habían preparado una cañería que distribuyera el agua de manera eventual. Pedro López Carbonero tenía 55 años y era registrador de la propiedad[2].
[1] Claudio Penalva Navarro, puso en marcha un poco después su fábrica para la producción de electricidad.
[2] Se puede ver el artículo LAGUNA GONZÁLEZ, M. y GÓMEZ LAGUNA, R. “La convicción humanista de Pedro López Carbonero La escritura del tiempo en las acciones de la historia. (Huéscar, en los albores del siglo XX)”, Boletín Del Centro De Estudios «Pedro Suárez», (35), (2022), pp. 285-305.
[1] Del libro GARCÍA CASANOVA, L. Leandro: Castilleja de los ríos en blanco y negro. Granada, 2020. Facilitadas por el autor del libro, hijo del fotógrafo.
Del libro GARCÍA CASANOVA, L. Leandro: Castilleja de los ríos en blanco y negro. Granada, 2020. Facilitadas por el autor del libro, hijo del fotógrafo.
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Acequias y ríos
Presentamos una muestra de cómo las gentes de Castilléjar han buscado extraer el máximo partido de la tierra, convirtiendo en un vergel zonas que no parecían suficientemente fértiles para determinados productos: es el caso del llamado en las escrituras de herencia manejadas “el bancal del arroz”: la vega de Castilléjar convertida en un Delta del Ebro, en las riberas del río de Galera (zona que, en 1856, se llamaba “Pago de los Goterones”. Con un valor total de 6600 reales de vellón. Un precio que muestra la riqueza de la producción de la zona.
El bancal del arroz, junto a otras tierras de riego en el Pago de los Goterones, 1856:
Una fanega, tres celemines en los Goterones. Lindan, Levante y Mediodía con la hacienda de los Santos, esta Testamentaria (es decir, tierras de Bonifacia López Revuelta) y tierras de la Hacienda de Granada.
Fanega y media en el bancal del Arroz. Linda con esta Testamentaria, la hacienda de los Santos, Poniente, la acequia de su riego, y Mediodía, la Fábrica.
Dos fanegas y tres celemines divididos en tres pedazos. Lindan, Levante y Mediodía, la Fábrica, Poniente y Norte, esta Testamentaría. Una fanega y un celemín, lindan, levante y mediodía, la Fábrica, poniente, acequia de su riego, y Mediodía, Juan Abellán. Valor: 6600 reales de vellón.
Al fallecimiento de Pedro López Gómez. Herencia a su hijo José López y Revuelta. Huéscar, 26 de junio de 1856. (Transcripción del documento. APG[1]).
[1] Archivo Provincial de Granada. L- 11117 – Libro 3º de traslaciones de fincas rústicas del pueblo de Castilléjar, del partido judicial de Huéscar. 1856.
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Apuntes y reflexiones finales
Tres apuntes en este apartado final que quiere enlazar con un estudio posterior.
En primer lugar, la cuestión de las rentas reales y provinciales. Es preciso subrayar las características del contexto de la época en la que se puso en marcha la Real Fábrica de Salitre de Castilléjar. Más de medio siglo en el que los conflictos bélicos con potencias extranjeras suponían los objetivos principales de la Corona, ocupaban sus desvelos y engullían las rentas que se cobraban por los principales productos de abastecimiento. Dentro de las llamadas “siete rentillas” estaban el azufre y el salitre. Se utilizaban, sobre todo, para la elaboración de pólvora negra, necesaria para las armas de fuego. Del cáñamo, presente también en esta época en Castilléjar, diremos que era requerido, en especial, para la fabricación de las velas de los barcos de la marina real.
En segundo lugar, este estudio supone la oportunidad de asistir —en primer plano, porque se trata de lugares conocidos y porque nos acercamos a sus protagonistas— a un acontecimiento repetido en España tras la reforma agraria que pretendieron poner en marcha las Cortes de Cádiz, de 1812. Nos referimos a la compra de los bienes públicos (o bienes nacionales) por parte de los hacendados que llegarían a crear la burguesía rural, tras la desamortización. No vamos a desarrollar aquí esta problemática histórica y social; tampoco le daremos, por tanto, una respuesta documentada y argumentada, en este momento. Pero sí queremos llamar la atención sobre los grandes propietarios decimonónicos, que adquirieron bienes de la nobleza, del clero o bienes de propios. Es necesario —como en todos los estudios históricos— ofrecer datos, comparativas y análisis del contexto. Por este motivo, las investigaciones y las reflexiones del siguiente estudio tratarán este tema.
En tercer lugar, avanzamos la cuestión de la riqueza minera de Castilléjar en el siglo XIX y principios del XX, que hemos dejado para la segunda parte de nuestra investigación. Queremos presentar un plano de una de estas minas para que sirva de unión entre este artículo que terminamos ahora y el trabajo anunciado.
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Plano de demarcación de la mina de azufre, titulada Nuestra Señora de los Dolores, n.º 16875.
En el Barranco de Moreno, término de Castilléjar. APG[1]
[1] Archivo Provincial de Granada. Industria. Minas. 1402-47. Mina Nuestra Sra. de los Dolores. Azufre. 1882-1896.
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Bibliografía
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GARCÍA CASANOVA, L. Leandro: Castilleja de los ríos en blanco y negro. Granada, 2020.
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LAGUNA GONZÁLEZ, M. y GÓMEZ LAGUNA, R. “La convicción humanista de Pedro López Carbonero. La escritura del tiempo en las acciones de la historia. (Huéscar, en los albores del siglo XX)”, Boletín Del Centro De Estudios «Pedro Suárez», (35), (2022), pp. 285-305.
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Fuentes
Archivo Municipal de Castilléjar (AMC).
Archivo Municipal de Huéscar (AMH).
Archivo Municipal de Baza (AMB).
Archivo General de la Región de Murcia (AGRM).
Archivo Provincial de Granada (APG).
Archivo de Protocolos Notariales de Granada (APNG).
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