Introducción de Mercedes Laguna

En 1903, tuvo lugar la inauguración del Balneario de Zújar, reformado por su propietaria, María Pilar San Martín Herrero. A la ceremonia de inauguración, acudieron personas y familias importantes de las comarcas de Baza y Huéscar, entre ellos Antonio Dueñas Jiménez y su familia.

En especial, desde ese año y en los años siguientes, hasta bien entrada la segunda década del siglo XX, los médicos de Huéscar (como los de Baza, y otros lugares), prescribían a los enfermos estancias en el Balneario de Zújar, porque curaban y mejoraban distintas dolencias. En las actas del Ayuntamiento de Huéscar de esos años aparece -de manera repetida- la presentación, por parte de los médicos, de la solicitud para que determinadas personas que no tenían suficiente poder adquisitivo pudieran acudir al Balneario de Zújar, porque era necesario para mejorar su salud.

Un artículo de Fernando Ventajas Dote en la Revista Contraluz (2022)




Antonio Dueñas Jiménez (de Huéscar) y su familia fueron invitados a la inauguración del balneario reformado en 1903:

 

Final del artículo de 1903 del periodista Rafael de la Fuente, corresponsal de Baza:

Durante tan gratas horas fuimos objeto de toda clase de atenciones, y nos despedimos con verdadero pesar, llevándonos un recuerdo imperecedero de nuestra agradable estancia en aquella magnífica residencia en que se encuentran aprovechando la maravillosa virtud de sus aguas, numerosos bañis­tas, entre los que recuerdo a D. José Vila, gerente de la fábrica azucarera Nuestra Señora de las Mercedes [Caniles], y a D. Antonio Dueñas y familia, de Huéscar»16.

16 R. DE LA FUENTE: «Desde Baza. Inauguración del balneario de Zújar. Ceremonia religiosa. Banquete. Brin­dis. Fiesta agradable», El Defensor de Granada, nº 13.083, 12 de septiembre de 1903. El segundo periodo de la temporada de baños se había iniciado a primeros de ese mes.

El fotógrafo y médico de Sierra Mágina


El doctor Arturo Cerdá y Rico (Monóvar, Alicante, 1844-Cabra del Santo Cris­to, Jaén, 1921) frecuentó los baños de Zújar, especialmente en la última década del siglo XIX y primera del Novecientos, en unas ocasiones todavía como médi­co titular de la citada población de Sierra Mágina, acompañando a su esposa, la ubetense Rosario Serrano Caro, con el objeto de que pudiera encontrar alivio a su delicada salud, hasta el fallecimiento de esta –en Cabra, el 18 de junio de 1902–; y en otras con pos­terioridad, ya viudo y dedicado plenamente a la fotografía. En la actualidad se conservan en torno a medio centenar de imágenes que Cerdá captó con su cámara en dichas visitas. En este trabajo queremos dedicar nuestra atención a un pequeño grupo de ellas, que constituyen una muestra de las importantes obras de reforma realizadas en el citado balneario a comienzos del nuevo siglo y que fueron inauguradas en septiembre de 19031.

Por aquella época los baños de Zújar pertenecían a la familia Almagro San Martín –o Sanmartín– y su médico-director era el accitano Benito Minagorre Cubero (1857-1929)2.

 


El propietario del Balneario

En efecto, sabemos que el conocido político republicano, abogado y periodista Melchor Almagro Díaz (Granada, 1850-Madrid, 1893) había adquirido la propiedad del balneario3. En la década de 1880 localizamos algunas referencias en la prensa de la ciudad de la Alhambra que parecen apuntar a que ya por entonces estaba interesado en su adquisición o quizá ya fuera su nuevo propietario4. Se casó en Granada en septiembre de 1878 con María del Pilar San Mar­tín Herrero, a quien había conocido en las sesiones del Liceo5. Se instalaron en una hermosa casa solariega del barrio de la Magdalena, concretamente en el número 3 de la calle Águila. El matrimonio tuvo ocho hijos, nacidos entre 1879 y 1888, aunque solo tres llegaron a la edad adulta: Melchor (12/IV/1882-12/IV/1947, fue el tercero, pero se convirtió en el mayor), José (19/IX/1883-26/II/1943) y Vicente (11/II/1885-7/VIII/1936), los tres venidos al mundo en Granada.

En los años 1880 los órganos competentes solicitaron en varias ocasiones informa­ción sobre las mejoras que necesitaban los baños de Zújar6. Ya a comienzos de la década de 1890 empezaron a efectuarse algunas reformas, entre ellas «la instalación de una fonda dentro del mismo establecimiento, para comodidad de los bañistas»7. Fue por entonces cuando de manera decidida Melchor Almagro Díaz proyectó importantes remodelaciones en el balneario, pero en un primer momento solo pudieron llevarse a cabo de forma parcial debido a su inesperado fallecimiento, que se produjo en Madrid el 7 de junio de 1893, cuando tenía 43 años, a causa de una pulmonía8.


En la prensa de la época

Tres meses antes de su muerte, la prensa granadina informaba de las novedades que presentaba el establecimiento para ese año. Así, en la edición del 19 de abril de 1893 del periódico El Defensor de Granada se indicaba lo siguiente:

«El día 20 del actual principia la próxima temporada en el acreditado balneario de Zújar, habiéndose introducido este año grandes reformas para que los enfermos que a él acudan disfruten de las como­didades que su estado requiera.

Al efecto, se ha construido una magnífica galería poniendo en comunicación la fonda con el balnea­rio, para evitar a los enfermos los cambios de temperatura, y se han hecho otras reformas que han colocado el establecimiento a la altura que su importancia reclama.

Los viajeros encontrarán diariamente en Baza, en la fonda de Dª. María Fages y en el parador de Cecilio Maestro, carruajes que los trasladarán a Zújar.

De la dirección del balneario se encuentra encargado el ilustrado médico D. Benito Minagorre.

Las personas que deseen tener detalles y hacer encargos para la próxima temporada, pueden dirigirse al administrador del establecimiento, D. Agapito Sorroche»9.


La reconstrucción

Casi una década después del fallecimiento de su marido, Pilar San Martín –sin escati­mar en gastos– llevaba a cabo una impresionante reforma del balneario, que se convirtió en un importante centro terapéutico, al nivel de los establecimientos termales más avanzados de Francia y Alemania. Contó con un importante edificio hotelero bautizado como Grand Hotel. Se mejoró la carretera de acceso desde Zújar, se poblaron de frondosa arboleda los alrededores, se construyeron jardines en el entorno y un paseo hasta el río, «todo ello con un aire romántico con columnatas, estatuas, textos e inscripciones latinas»10.

Estas obras de reforma se desarrollaron desde los últimos meses de 1902 hasta el verano de 1903, desapareciendo la hospedería antigua y el denominado hospital de pobres11. Una de las mayores novedades sería la apertura del referido Grand Hotel –edificio cuadrangular con un espacioso patio interior–, que contaba en la planta baja con un vestíbulo o recibidor (hall), salón de fiestas, salón de billar, comedor de primera con capacidad para un centenar de personas, comedor de segunda, y cocina (la vajilla, elaborada en la Cartuja de Sevilla, llevaba el nombre del balneario, y la cubertería, de plata, había sido fabricada especialmente para este establecimiento por la casa Meneses de Madrid, disponiendo además de «hornillas norteamericanas»; el desayuno, almuerzo y cena tenían un coste de cuatro pesetas diarias en el comedor de primera y tres pesetas en el de segunda). En la planta alta se situaban las habi­taciones, en torno al largo pasillo, cuyos amplios ventanales daban al patio interior. Su precio oscilaba de una a cinco pesetas al día. El mobiliario, de estilo inglés en madera de melis, lo habían elaborado firmas acreditadas como las casas Santamaría de Madrid y Marqués de Pickman de Sevilla. Se remodeló la citada galería que comunicaba con el balneario. Esta galería de desde sus mecedoras y divanes. Se mantuvieron las denominadas «termas romanas», con su distribución tripartita12. También se reformó la instalación hidroterápica, otra de las principa­les novedades. Desde el Grand Hotel se podía acceder a través de las galerías acristaladas a las termas y al pabellón moderno13. Se esperaba dotar pronto al establecimiento de luz eléctrica.

En las inmediaciones del balneario seguían existiendo La Granja, que había sido pro­piedad de los monjes jerónimos de Baza, y la ermita de los Santos Médicos, lugares muy visitados por los bañistas.


Salón de fiestas ubicado en la planta baja del Grand Hotel (Colección Cerdá y Rico), este espacio, según las necesidades podía convertirse en ampliación del gran comedor (o comedor de primera), cuya «ornamentación es roja».
Salón de fiestas ubicado en la planta baja del Grand Hotel (Colección Cerdá y Rico), «de pálido color rosa», con su piano y muebles «tapizados de telas Luis XV». Como ratifica una de las fotos tomadas por el doctor Arturo Cerdá en este espacio, según las necesidades podía convertirse en ampliación del gran comedor (o comedor de primera), cuya «ornamentación es roja».

La prensa. 25 de agosto de 1903

El 25 de agosto de 1903 El Defensor de Granada informaba de la inminente inaugura­ción de las obras, a través de un artículo en el que el reportero se expresaba de este modo:

«Atraído por la amable invitación que la administración del balneario de Zújar me había dirigido y por la fama de las grandes reformas que allí se han introducido, me decidí a pasar unos días en el espléndido establecimiento, cuya temporada oficial comenzará el próximo día 1º [de septiembre].

Luego de tomar el tren que me dejó en Guadix, entré en un cómodo coche que me llevó directamente a Zújar. Desde que se pisa la carretera de los baños, adviértese el cuidado con que los dueños de Zújar [sic] han proveído a la comodidad de los bañistas. La carretera, que está como un salón, valga la frase vulgar, va rodeando el imponente Jabalcón, cuyas crestas se alzan fiaras al cielo.

Paisajes soberanos van distrayendo la vista del viajero. A lo lejos, arrebujado en las faldas de la montaña, se divisa el establecimiento.


Salón de billar (Colección Cerdá y Rico), que estaba «decorado en verde», con telas del tipo «Luis XVI», situado en la planta baja del referido hotel, frente a la escalera de acceso a las habitaciones

Oficina de adminis­tración del balneario de Zújar, presidida por un retrato del difunto D. Melchor Almagro Díaz, dependencia que segura­mente se localizaba en el Grand Hotel (Colección Cerdá y Rico)

Su alegre caserío va destacándose poco a poco. La fonda antigua, la ermita, las termas romanas, el hospital de pobres, las galerías de cristales, el Grand Hotel que muestra flamante sus numerosas ventanas, chimeneas, arcos y galerías.

A las puertas de éste espera el administrador, que amable y servicial nos sirve de cicerone. Un hermoso hall da entrada a la fonda. De él arranca a la derecha, descubierta y elegante, la escalera que conduce al piso principal. Es de madera inglesa con pasamanos blanco. A un lado del hall, enorme put de terciopelo marrón, brinda deleitoso descanso bajo las plantas que embellecen esta pieza.

En la planta baja están instalados los salones. Primero, el de fiestas, de pálido color rosa. Sus muebles van tapizados de telas Luis XV, que muestran sobre el fondo rezado el característico lazo. El piano, cerrado y mudo todavía, espera las animadas reuniones que se aproximan. El salón de billar, que es también enorme, va decorado en verde. Sus telas son Luis XVI.

La mesa es magnífica. Mesitas de tresillo esperan junto a las ventanas a los jugadores, que luego, durante la temporada, apenas si las abandonan el tiempo preciso para comer y tomar las aguas.

El gran comedor es inmenso, capaz para 100 personas. Su ornamentación es roja. El servicio de mesas es una preciosidad. La vajilla, hecha en la Cartuja sevillana, lleva el nombre de los baños; la plata elegantísima, ha sido fabricada especialmente para Zújar, por la casa Meneses de Madrid.

En el repartidor vimos, plegada y limpísima, la ropa de mesa, que aún no se ha estrenado. Como un dios de la cocina, un verdadero poeta de la culinaria que recuerda al Ragueneau de Cyra-no, se nos presentó el gran Pepe, cocinero encargado de alimentar y recrear el apetito a la legión de bañistas que de toda España escriben pidiendo habitaciones.

Gordo, sonriente, afeitado, brillaba su cara bajo el gorro blanco como la nieve. En torno a él el ejército menudo de pinches se agita.

-Vea V., vea V. –nos decía– mostrando la magnífica batería de cocina, las hornillas norteamericanas, las despensas repletas hasta arriba que sobrarían para aprovisionar un ejército.

Y el cocinero se mueve orgulloso en sus dominios como un césar. El comedor de segunda, que atravesamos, es algo más pequeño que el otro; pero igualmente decorado y cuidado.

En las habitaciones (que hay desde una peseta hasta cinco) admiramos el confort de la instalación, la elegancia del mueblaje, todo hecho de esa madera clara y alegre que los ingleses han puesto de moda: el pino melis. Armarios de luna, mesas de noche, escritorios, tocadores, lavabos, butacas, sillas, camas, todo es refulgente y nuevo, sin estrenar, fabricado especialmente para Zújar por las casas Santamaría, de Madrid, Marqués de Pickman, de Sevilla, y otras acreditadas.

La galería de cristales es un encanto. Desde sus divanes y mecedoras se divisa la Sierra abrupta, se ven los rebaños que ascienden por la montaña, las majadas de los pastores, un paisaje de nacimiento que se desarrolla magnífico a la vista como gigante cinematógrafo.

Esta risueña galería del gran hotel se comunica con las termas con un gracioso arco.


El pasillo de la planta alta, cuyos ventanales daban al amplio patio interior, comunicaba con la galería acristalada que llevaba a las termas y al pabellón moderno del balneario. Colección Cerdá y Rico)

Inauguración. Reseña desde Baza

En esas fechas Pilar San Martín se encontraba en Granada y partió hacia Zújar para supervisar personalmente todos los preparativos de la inauguración15. Dos semanas más tarde, como estaba previsto, tenía lugar el «acto oficial» de apertura de las instalaciones, con su banquete y fiesta, tras la celebración de la pertinente misa en la ermita de los Santos Médicos, oficiada por Francisco Morales Santander –cura ecónomo de Zújar–, en la que se congregaron un centenar de personas. Desde Baza se desplazó allí para cubrir la noticia Rafael de la Fuente, corresponsal de El Defensor de Granada en aquella ciudad. La crónica está firmada el 7 de septiembre de 1903:

«Desde Baza

Inauguración del balneario de Zújar.- Ceremonia religiosa.- Banquete.- Brindis.- Fiesta agradable.

Galantemente invitado por don José Sanmartín, en nombre de su señora hermana doña Pilar, viu­da de Almagro, acudí ayer al balneario de Zújar, con motivo de la inauguración de las obras, por reforma, llevadas a feliz término por su dueña, que no ha omitido gasto ni sacrificio alguno, hasta colocarlo a la altura, no ya de los principales de España, sino también del extranjero.

Hablar de la importancia de estas reformas sería tarea larga y menos amena, seguramente, que el bien escrito artículo «Una visita al balneario de Zújar», que se publicó el 25 de agosto último en este diario. Me limitaré, por tanto, a hacer una breve reseña del acontecimiento de ayer.

Con esa amabilidad exquisita y proverbial que caracteriza a la señora de Almagro, fueron recibidos los invitados, para cada uno de los que, sin distinción de clases, hubo un acto de cortesía, una frase lisonjera de ella, de su señor hermano y simpático hijo Vicente y del nuevo administrador don Juan Pedro Álvarez Sola.

A las diez, próximamente, el virtuoso cura ecónomo de Zújar don Francisco Morales Santander, procedió a la bendición del agua para las pilas y ornamentos recientemente adquiridos para el culto de la ermita dedicada a los Santos Médicos.

Acto seguido y, previos los correspondientes actos de campanas y disparo de cohetes y palmas, celebró la Misa que oyeron con religioso fervor, la dueña y su familia, invitados, bañistas, operarios, servi­dumbre y vecinos de aquellos contornos, en número que no bajó de cien personas.

Terminadas las ceremonias religiosas y haciendo tiempo de que se oyeran los tres toques para el almuerzo, unos jugaban al billar, otros paseaban por los alrededores, estos invadían los diferentes departamentos del establecimiento, aquellos conversaban animadamente, quienes escuchaban los ad­mirables sonidos que arrancaba al piano el reputado profesor de música don Manuel Zamora García, futuro director de las bandas municipales de Zújar y Freila.

Poco después comenzó el banquete que presidieron la ilustre señora viuda de Almagro y el distinguido y simpático médico director del balneario, don Benito Minagorre Cubero, asistiendo además las se­ñoras de Sanmartín, Minagorre, López de Hierro; y del sexo fuerte, el ecónomo Sr. Morales, don José Ruiz Hortal primer teniente de alcalde, don Ricardo Rodríguez García, don Carlos García Martínez secretario municipal, y el pianista señor Zamora, procedentes de Zújar; y don Nicolás López de Hie­rro, sus hijos Nicolás y Ángel y mi modesta personalidad, de Baza.

Seguidamente el tío Pepe, el famoso gordo y sonriente fondista, nos ofreció un suculento almuerzo, es­meradamente servido y compuesto, entre otras cosas, de sopa de puré. Paella. Salmón a la bayonesa. Ternera en salsa. Pavo trufado. Jamón en dulce. Postres variados. Pastas y dulces. Café y cigarros. Licores. Vinos: Rioja, Manzanilla, Jerez y Champagna.

Cuando empezaba a saturar la atmósfera el aroma de este delicioso vino, vimos levantarse al médico Sr. Minagorre y pronunciar un brindis tan elocuente en su forma como profundo en conocimientos que arrancó estruendos aplausos.

Por algunos minutos un silencio sepulcral reinó en aquella estancia hasta que, levantando mi copa (y, previas breves frases encaminadas a demostrar que, antes de la comida, convencido de la posibilidad de los brindis y de mi carencia de dotes oratorias para dejar el nombre de la prensa a la altura debida, había trazado algunos renglones que pudieran llamarse versos y por cuyo escaso mérito suplicaba indulgencia), di lectura a la siguiente improvisación (…)

Reitero en estas líneas mi gratitud a los comensales que, al terminar la lectura de mi modesto trabajo, me felicitaron repetidas veces. El señor López Hierro, con galana frase y poética forma, según acostumbra, pronunció sentidas frases de elogio dedicadas a la memoria del malogrado Almagro, a las excelentes cualidades personales de su ilustre viuda y a la importancia de las mejoras del balneario, cuya historia y vicisitudes trazó a grandes rasgos; terminando su precioso discurso con entusiastas brindis que fueron muy aplaudidos.

Acto seguido, nos trasladamos al salón de fiestas, volviendo el Sr. Zamora a lucir sus habilidades en el piano; pero de pronto y con agradable sorpresa, surgió la nota más interesante del día. La tan bella como distinguida señora de D. José Sanmartín que, aunque asturiana, tiene por arrobas la gracia andaluza, hizo las delicias del auditorio, tocando al piano y cantando (con voz tan hermosa, intensa y bien timbrada que muchas tiples envidiarían) una sentidísima canción que arrebató a cuantos escuchamos aquella voz angelical emanada de cuerpo que no sé calificar más que de primorosísimo.

A partir de aquel momento, ya no hubo reposo para ella; la asediamos, verdaderamente, molestando su encantadora amabilidad y obligándola a bailar con palillos o postizas unas sevillanas que (me río de los peces de colores) ni en las márgenes del Guadalquivir, ni en toda la región bética se baila mejor. Después, por arte mágico, apareció una guitarra y tuve el honor de acompañarla canciones, jotas y varios números de zarzuelas que enloquecieron a la reunión. La encantadora Merceditas Hierro tocó y cantó al piano con delicadísimo gusto una preciosa canción, por la que escuchó muchos y merecidos aplausos. Vicentito Almagro también cantó a la guitarra, con voz potente y hermosa (que debiera educar) va­rias coplas de malagueña que agradaron sobremanera. Y… a todo esto, la señora de Almagro que goza de una actividad tan extraordinaria que raya en lo inconcebible, se desvivía: en todas partes la veíamos repartiendo obsequiosas frases y cuidando de los más insignificantes detalles.

Una vez la encontré en el hall y me permití decirle: «Señora, tiene usted, como Dios, el don de la ubicuidad»; y, con una sonrisa elocuente, me respondió: «Voy a cuidar del reparto de la comida a la clase obrera»; apenas había penetrado yo en el salón de fiestas, la vi aparecer nuevamente en pos de otro cuidado.

A las seis de la tarde y en atención a los 21 kilómetros que nos separaban de nuestros hogares, ini­ciamos el regreso.

Durante tan gratas horas fuimos objeto de toda clase de atenciones, y nos despedimos con verdadero pesar, llevándonos un recuerdo imperecedero de nuestra agradable estancia en aquella magnífica residencia en que se encuentran aprovechando la maravillosa virtud de sus aguas, numerosos bañis­tas, entre los que recuerdo [a], D. José Vila, gerente de la fábrica azucarera Nuestra Señora de las Mercedes [Caniles], y D. Antonio Dueñas y familia, de Huéscar»16.

Rafael de la Fuente.


(Colección Cerdá y Rico). Escalera ubicada junto al vestíbulo o recibidor (hall) del Grand Hotel, que conducía a la primera planta (piso principal), donde se encontraban las habita­ciones
Salón de fiestas ubicado en la planta baja del Grand Hotel (Colección Cerdá y Rico), «de pálido color rosa», con su piano y muebles «tapizados de telas Luis XV». Como ratifica una
de las fotos tomadas por el doctor Arturo Cerdá en este espacio, según las necesidades podía convertirse en ampliación del gran comedor (o comedor de primera), cuya «ornamentación es roja».

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